
De pequeños soñabamos con ser mayores.
¿Para?
Para hacer lo que nos diera la gana, para llegar a casa cuando quisiéramos y decir tacos sin que nuestra madre nos echara la bronca.
¿Pero qué ocurre a día de hoy?
.- Que nos callamos lo que sentimos
.- Que medimos las palabras dependiendo de quien estemos delante.
.- Que hablamos que queremos personas autenticas y luego nosotros no lo somos delante de los demás.
.- Que tenemos miedo a dar nuestras opiniones, perdiendo oportunidades.
Pero eso si, nos cansamos de repetir que hay que ser auténticos, que la vida es una y que pase lo que pase, tenemos que ser nosotros mismos.
¿Pero realmente lo hacemos?
¡NO!.
Nos callamos nuestra opinión porqué no sabemos qué opinión tiene la otra persona y quizá podamos perder una amistad, un amor o una oportunidad profesional.
Nos callamos lo que realmente opinamos y luego llegamos a casa pensamos que «imbéciles» hemos sido porqué no hemos hecho ni dicho lo que realmente sentíamos.
Nos callamos lo que nos hubiera gustado decir a esa persona porqué había que tener «la fiesta en paz».
Y mientras nos seguimos callando, nuestra felicidad desaparece y nuestra rabia aumenta.
¿Por qué nos callamos lo que realmente opinamos o queremos decir?
PORQUÉ NOS SIGUE IMPORTANDO MÁS LA OPINIÓN DE LOS DEMÁS QUE LA NUESTRA PROPIA.
Seamos sinceros, hablamos mucho de transparencia , de dar nuestra «luz» a los demás, de gritar que somos felices digan lo que digan a los demás… cuando en realidad lo que tenemos es miedo a que nos señalen como «raros» porqué nos sentimos felices, por nuestras ideas pueden causar «molestias» a nuestro grupo de siempre o que el «grupo familiar» no será tan ideal cuando expongamos lo que sentimos.
Diremos que lo diremos pero nos siguen importando más lo que dirán que lo que realmente nosotros queremos decir o expresar. Pero eso si, hay que ser felices. ¿Pero cómo vas a conseguirlo si estás haciendo de primeras algo contrario a tu propia felicidad?
Nos quejamos de que no hemos dicho lo que esa persona necesitaba que alguien le dijera, no decimos lo que nos pasa no vayan a pensar que estamos «mal» de la cabeza por ver la realidad como los demás no la ven… Y todo ello porqué pensamos que nos podremos quedar solos, sin amigos, infelices….
Ser felices no es tener 168.000 amigos en Instagram comprados creyendo que todos son «amigos» nuestros y que aceptan y comprenden nuestras necesidades e ideas.
Vivimos en una sociedad en la que creemos que cuánta más gente conocemos (que no es lo mismo que amigos), más felices somos, más éxito tenemos y más nos reconocerán por la calle.
Como bien dice una persona importante para mí, «Conocidos muchos, ¿amigos? con los dedos de una mano y sobran dedos».
Son personas con las que podemos hablar, escuchar, recibir mensajes que seguro no nos gustarán, pero ellos lo hacen por nuestro bien, porqué quieren lo mejor para nosotros. Al igual que nosotros podemos ser nosotros mismos con ellos y siempre abunda el respeto, la confianza y el agradecimiento.
Pero a día de hoy «pseudo-amigos» hay muchos, pero cuando sientes la necesidad por cariño que tú crees, de decirle algo y no lo «acepta» bien ( siempre con respeto ), la mayoría de ellos, se marchan. Te critican diciendo quién eres tú para decir lo que has dicho…Solo una persona que pensaba que era tu amigo, que sentía que podía ser ella misma contigo y ya hemos visto que no ha sido así.
¿A quién no le ha pasado alguna vez?
Vivimos en un mundo en el que dar tu opinión sincera, es tener más valor que Batman. Ya que no sabes por dónde te puede salir el tiro. Pero cada día creo más que estas personas no son Batman, llevan por bandera uno de los valores que tanto se habla hoy en día, COHERENCIA.
La coherencia es difícil en este mundo de presiones pero te da una gran recompensa, que la gente que te rodea, será poca, pero siempre será de verdad.
Y si quieres un consejo:
Dónde te sientas Batman a la hora de dar tu opinión, ahí no está tu lugar.