
Desde pequeños nos han dicho que mentir está mal.
Tenemos que ser sinceros con papa y mama. Tenemos que ser sinceros con nuestros profesores y nuestra falta de atención en clase. Tenemos que ser sinceros con los abuelos que nos cuidan mientras los papas no están.
Nos han inculcado que la mentira es perjudicial para nuestra salud «como buenas personas».
Y es lo que intentamos hacer, no mentir para tener a nuestros padres contentos, a nuestros abuelos felices por los buenos nietos que somos y que nuestros profesores vean que somos «chicos de bien».
Pero llegamos a la edad «inmadura» y realmente lo que hacemos es seguir mintiendo y mintiéndonos. Que eso es aún peor.
Nos encanta mentirnos con la vida llevamos, nos encanta mentirnos con las relaciones que tenemos, adoramos mentirnos con el trabajo que tenemos…Nos pasamos la vida mintiéndonos y mintiendo a los demás respecto a todo.
¿Por qué?
Porqué ir de sinceros, transparentes, reconocer nuestros malos momentos o nuestros momentos de felicidad porqué estamos viviendo nuestro sueño. Es vivir en la incertidumbre, en la cuerda floja, en la envidia de los demás, en el qué dirán, en recibir prejuicios y etiquetas pero muy poca comprensión.
Nos mentimos porqué así creemos que estamos alcanzando los cánones de lo que es normal para la sociedad.
Nos mentimos que tenemos una relación ideal a una cierta edad cuando realmente no nos soportamos.
Nos mentimos cuando decimos que tenemos el trabajo de nuestra vida y los domingos por la tarde estamos deseando que haya un nuevo confinamiento para no ver al jefe de los ….
Nos mentimos cuando decimos que tenemos éxito en redes sociales, en nuestra vida profesional y todo está basado en mentiras y seguidores comprados para aparentar algo que nos gustaría conseguir y sabemos que por nosotros mismos, nunca lo alcanzaríamos.
Podría estar días y días hablando de diferentes maneras de mentirnos y mentira a los demás que hay en la actualidad… ¿Y qué ganamos con ellos? Aparentar algo que no somos, si se lo acaban creyendo.
Aparentamos que nos va bien la vida por qué no queremos ser el «tonto» del pueblo que a cierta edad no tiene pareja y mucho menos hijos, que no tiene trabajo y en definitiva, que no le va bien la vida.
¿Pero quién no le va bien? ¿ A La sociedad y esas normas que no sabemos de dónde han salido que si no cumples y solo crea gente frustrada que no alcanza esas normas o prejuicios? ¿O aquella persona que le da igual las normas y lo preestablecido y solo quiere ser quien sabe que es y lo acaba consiguiendo?
Hablamos mucho de autenticidad, originalidad y transparencia. Pero seamos sinceros, la presión de la sociedad. Queremos ser aceptados, queremos ser queridos y jamás ser denostados, por diferentes, raros, únicos, especiales o por fracasados.
Recientemente me encontraba con una persona que me mentía en la cara con un tema, ya que sabía cuál era la situación del mismo. ¿Por qué me mentía? Porqué quería aparentar que todo seguía igual, que a pesar de que las situaciones habían cambiado , él seguí triunfando, algo que no era así.
¿Para qué mentía? ¿Para aparentar algo que no era la verdad? ¿Cómo se quedará esa persona luego sabiendo que lo que decía no era así?
Mentimos para aparentar pero nos mentimos creyendo que hemos conseguido algo que no es así.
Nos mentimos por qué no nos aceptamos.
No aceptamos que en ese momento no hemos conseguido lo que antes haciamos.
No aceptamos que el vecino sea feliz y nosotros lo único que hagamos es llorar por la vida de mierda que creemos que tenemos.
No aceptamos que no consigamos el éxito haciendo lo mismo que los demás cuando en realidad sabemos que lo haríamos si hiciéramos lo que sentimos.
No aceptamos la realidad ni nos aceptamos a nosotros mismos Y como aceptar la realidad es duro, un proceso complicado, es mejor mentirnos, mirar a otro lado y hacer creer a los demás que somos algo, que ni nosotros mismos nos creemos que somos.
Hablamos de salud mental, y yo me pregunto ¿Qué ocurriría si aceptáramos lo que sentimos y quiere nuestro corazón? Con ello dejaríamos de mentirnos y mentir a los demás y Quizá otro gallo nos cantaría.