Menos palabras y más hechos.

Photo by SHVETS production on Pexels.com

¡Cada día creo menos en las palabras y más en los hechos!

Cada día me cuesta más confiar en los demás. Antes era un ingenuo, creía en todo el mundo. Y así me pasaron cosas que me sorprendieron. Ahora solo confío ciegamente en 3 personas. ¿Y por qué este cambio?

Vivimos en un mundo saturado de palabras. Las encontramos en todas partes: en los medios de comunicación, en las redes sociales, en las conversaciones cotidianas. Las palabras son poderosas; tienen el poder de informar, persuadir, inspirar y consolar. Sin embargo, a medida que avanzamos en este mundo lleno de discursos vacíos, de mascaras, de amistades fingidas e interesadas y promesas incumplidas, es natural que nos cuestionemos la veracidad detrás de las palabras y pongamos más énfasis en los hechos.

La confianza es un pilar fundamental en nuestras interacciones humanas. Sin confianza, seguramente hubiéramos sido devorados por los dinosaurios. Confiar en las palabras de los demás es una forma de establecer vínculos y construir relaciones que con el tiempo, pueden llegar a ser significativas. Osea no te creas que ya es amigo o amiga alguien que te llama crack, o el gran… cuando de por medio puede haber intereses económicos o de algún tipo. Sin embargo, el abuso de las palabras y la manipulación han erosionado la confianza que depositamos en ellas. Cada día desconfiamos más de todo el mundo, no creemos a nadie aun pasado el tiempo y nos haya ido demostrando todo lo que decía. Han sido las «lecciones emocionales» las que nos están haciendo desconfiar de todo el mundo. Y luego están los que dicen que confían en el ser humano ciegamente y les llamamos «Happy Flower» y pensamos que son unos ingenuos. Pero más que nunca, nos encontramos rodeados de líderes políticos que pronuncian discursos grandilocuentes, que tras una derrota estrepitosa en las elecciones no reconocen sus errores pero si que la culpa la tienen los demás. Y lo peor de todo, que carecen de acciones tangibles para respaldar sus palabras. Empresas que prometen un cambio positivo, con un storytelling que nunca visto, pero que continúan operando de manera irresponsable, mintiendo a sus clientes y también a ellos mismos. Incluso en nuestras relaciones personales, nos hemos vuelto más escépticos y cautelosos, intentando aprender a leer entre líneas y buscar evidencia real de compromiso y sinceridad. Y aún así siempre ganará la opción que nos están mintiendo que realmente nos están diciendo la verdad no solo con las palabras, sino también con sus hechos.

Es en este contexto que los hechos cobran mayor relevancia. Los hechos son tangibles, objetivos y difíciles de negar. La gente ya no es gilipollas. Lo será una vez, quizá dos pero cuando se den cuenta que la has intentado engañar por tercera vez, el juego se te habrá acabado. La gente quiere hechos, quiere ver que lo que dices es verdad. No quiere esperar, ya no hay paciencia, quiere hechos. Mientras que las palabras pueden ser manipuladas ( y más con la inteligencia artificial en determinados ámbitos), tergiversadas (donde dije Diego, dije Antonio) o utilizadas como herramientas de engaño, los hechos son la evidencia irrefutable de lo que realmente ha ocurrido. Los hechos no necesitan explicación ni justificación, simplemente son. Y ante eso, solo hay una opción: ACEPTACIÓN. Es a través de los hechos que se construye la confianza genuina, sin «trampa ni cartón», ya que nos demuestran que las palabras no son solo meras promesas vacías.

La gente ya está cansada, en todos los ámbitos de la vida de la mentira, quiere verdad y gente de verdad. Gracias a las caídas, han ido aprendiendo y a día de hoy, mucha de ella, se encuentra empoderada y si ve una persona que no hace lo que dice, muy rara vez, le da una segunda oportunidad. Siempre hay excepciones, desde luego, pero Shrek 3 no es mucho mejor que la 1.

La desilusión ante las palabras vacías nos ha llevado a ser más exigentes y críticos. Nos hemos vuelto más inclinados a juzgar a las personas y organizaciones por sus acciones y logros, en lugar de dejarnos llevar únicamente por sus palabras. Antes nos dejábamos llevar por el físico, ahora ya nos preguntamos: «¿Qué habrá detrás de esa carta bonita?». Queremos ver resultados tangibles, impactos positivos y coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Los hechos nos muestran quiénes son las personas y organizaciones en realidad, más allá de sus discursos y promesas. Pero para ello, tenemos que desarrollar nuestro pensamiento crítico. No hace falta que nos hayan mentido una , dos o cien veces….Hace falta solo tener el coraje de pensar por uno mismo sin dejarse llevar por modas, lo que digan los demás o las apariencias.

Sin embargo, esto no significa que debamos descartar completamente el poder de las palabras. Las palabras bien utilizadas pueden ser una herramienta poderosa para inspirar, motivar y generar cambios positivos. ¿Quién no ha cambiado su actitud con un GRACIAS de un amigo o un TE QUIERO de un familiar? Pero es importante que las palabras estén respaldadas por acciones significativas y coherentes. Las palabras se las lleva el viento, son las acciones las que las atan al suelo. La autenticidad y la congruencia entre las palabras y los hechos son fundamentales para aumentar o reconstruir la confianza y fomentar una sociedad más honesta y transparente. Sé que soy un idealista pero también me pregunto: ¿El ser humano quiere honestidad y transparencia? ¿Está entrenado para la verdad? ¿O prefiere le mienten aún sabiéndolo ya que sus intereses siguen intactos?

En última instancia, cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de discernir entre las palabras vacías y los hechos genuinos. Debemos ser críticos y escépticos ante las promesas exageradas y las declaraciones grandilocuentes. Salir corriendo de esos cursos que te dicen que te harán de oro nada más que lo hayas terminado o de esas personas que te dicen que son tus amigas y cuando les llevas la contraria, te mandan a la mierda… Por no hablar de todos los políticos o jefes que nada más entrar en la empresa te aseguran que en menos de 3 años, ya serás tú el jefe… CORREEEE…..Busquemos evidencias tangibles, resultados verificables y consistencia en las acciones de las personas y organizaciones. No se trata de olvidarnos para siempre del corazón y volvernos fríos, sino un equilibrio, razón y corazón. Y sobre todo, no ser un ingenuo las 24 horas del día, que como bien decían nuestros padres, nadie nada «duros a cuatro pesetas». Valorar los hechos por encima de las palabras nos permite tomar decisiones más informadas y establecer relaciones más sólidas. Te podrás equivocar o no, no es un método infalible pero lo que si te asegura, es que si te las dan con «queso» ya vas prevenido de antemano.

En un mundo donde las palabras pueden ser efímeras o creadas por un Inteligencia Artificial, creemos más en los hechos y nos ahorraremos muchos disgustos.

¡Ser buena persona no es ser un imbécil!.

Photo by Engin Akyurt on Pexels.com

¿Por qué consideramos que la gente buena es gilipollas?

Siento ser tan duro pero es lo que pienso.

Mi experiencia personal y observando lo que me rodea, así lo reafirma.

La gente buena pensamos que es imbécil, que nos podemos aprovechar de ella, que siempre estará ahí para nosotros, que no va a decir una palabra más alta que otra, que no nos va a llevar la contraria.

Pensamos que la gente buena es buena/tonta y como es buena, no nos llevarán la contraria, siempre que necesitemos algo, van a estar ahí.

Siempre pienso que la realidad me ha enseñado mucho más que la escuela.

Al menos a mí y mi formación católica, me han enseñado que ser buena persona es darte a los demás, es escuchar más de lo que podría habar uno podría hablar y siempre estar ahí, no solo en los buenos momentos sino también en los malos.

Eso es ser un buen amigo, eso es ser una buena persona.

Es decir, ser un «osito» adorable, al que se puede abrazar cuando uno está mal, te escucha cuando por fin te has dignado a expresar lo que te pasa y te puedes reir con él a pesar de haberte pasado días sin ni siquiera haberle preguntado a tu «osito», ¿Y tú cómo estas?

Todos los días a través de medios comunicación o conversaciones con los demás, oímos algunas palabras parecidas a estas: «Es que es una buena persona».

¿Pero qué es ser una buena persona? ¿Una persona a la que le puedes echar todos tus diablos y esperar a que ella se los trague y aquí no ha pasado nada? ¿Aquella persona que quedáis de vez en cuando como algo formal pero no le cuentas las cosas importantes de tu vida? ¿Aquella que te sonríe cuando os veis en el rellano de tu casa y te pregunta por el tiempo?

Creo que tenemos un concepto muy equivocado de persona buena, ya no solo hacia los demás sino también como nosotros.

Pensamos que una persona buena, no pone limites. Y creo que es el mayor error que hay.

¿Por qué no ponemos límites?

Porqué pensamos que perderemos a esa amistad, porqué al final nos quedaremos solos, porqué eso no es de «buena persona» o porqué pueden pensar que somos unos mal educados.

Una persona buena es buena porqué se da a los demás dentro de sus limites. Repite conmigo: DENTRO DE TUS LIMITES. Por superar tus limites no seras más bueno ni tendrás el billete asegurado al cielo. Olvídate de todo eso.

Por superar tus límites, la gente, si es un poco lista, se dará cuenta que puede ir un poco más allá, aprovecharse de la situación porqué tú no has dicho nada, porqué te a ti no te ha sentado mal. Y si no vas ese poco más allá, te lo reprochará, «¿Por qué antes si y ahora no?».

Ser una buena persona no es ser gilipollas. Es darte a los demás desde tus limites. Porqué cuando permites que la gente los pase, el otro no tiene la culpa, la tienes tú. ¡POR HABERLO PERMITIDO!.

Poner límites es respetarte, porqué si no lo haces tú, te aseguro que nadie lo hará.

Porqué luego llega a la noche y te cabreas contigo mismo de cómo has dejado que te trataran así, de que te echasen sus diablos cuando tú no te lo mereces. Piensas que quizá todos tenemos un mal día. Lo dejas pasar, pero cuando se repite una y otra vez, el imbécil eres tú porque lo permites cuando no te lo mereces.

Si, no me mires así, nadie te va a respetar sino te respetas tú mismo. Si sabes que por ahí no pueden pasar, que no te puede gritar la gente, que te tienen que respetar como persona que eres y consientes que se pasen eso por ahí, tú eres el culpable, no la otra persona.

Cuando empezamos a respetarnos, empezamos también a respetar los limites de la otra persona. De darnos cuenta de cómo son, de sus límites, de sus valores, de lo que realmente le pasa.

No te van a querer más por dejar que otras personas te «usen» a su gusto superando tus limites, mandando a la mierda tus valores. No siento decírtelo de esta manera, todos queremos sentirnos queridos pero no es amor si alguien se está aprovechando de ti de alguna manera.

Si, vivimos en una sociedad en la que necesitamos como una droga, sentirnos queridos por los demás. Si además se añade que nos dicen que la soledad es mala, que te etiquetaran como un raro si estás solo, hacemos lo que sea por sentirnos queridos por otros.

Omitir nuestra realidad, poner buenas caras a personas que cuando se van de nuestra presencia, usar mascaras para aparentar algo ante los demás que no somos, no ser honestos con nosotros mismos y ni mucho menos con los demás,…son algunas de las técnicas que se usan a día de hoy para nos sentirnos solos y arropados por los demás. Y si además encontramos a alguien que «podemos dominar», que no nos exige, que no nos pregunta cosas que no queremos exponer o que no nos hace pensar o dudar,…pues ya estamos felices, nos sentimos cómodos. Nos sentimos en casa.

Cuando sabes tus limites ( y aunque siempre hay personas que te dan la sorpresa con el paso del tiempo ya que no los tenías en el radar de aprovechados), a esas personas como mucho les darás una oportunidad pero cuando tu instinto te confirme lo que sentías que eran, dirás BYE BYE a la mayor brevedad posible por mucho que sea una persona que crees que te gusta o te puede

Ser bueno no es ser subnormal ni querer ser Madre Teresa de Calcuta, ni mucho menos.

Ser bueno es darte a los demás, es querer hacer mejor la vida a la gente que te rodea, hacerles la vida más fácil dentro de tus posibilidades.

PERO NO LO OLVIDES, SIEMPRE DENTRO DE TUS LIMITES. SI permites que los superen, el imbécil serás tú, no a quien hayas permitido que los superes.

El arroz nunca se pasa si…

No hay semana que por H o por B siempre oiga la misma frase:

SE TE VA A PASAR EL ARROZ.

Se te va a pasar el arroz porque no tienes pareja

Se te va a pasar el arroz porque no tienes trabajo

Se te va a pasar el arroz porqué no le dices nada a esa chica que te gusta.

Se te va a pasar el arroz si no das un paso adelante.

Se te ha pasado el arroz para ir a eventos así.

Se te ha pasado el arroz para gustarte grupos como esos…

Aunque no soy experto en hacer arroces, ya de tanto oír la frase creo ya soy un autentico gurú de los arroces.

¿PERO QUE NOS HA DADO CON QUE SE NOS PASA EL ARROZ?

Durante mucho tiempo era una frase que pesaba mucho en mi.

Pensaba que si a cierta edad no tenía cierto estatus, no había conseguido ciertas metas…era un raro y otras veces un «paria».

Si seguimos esta filosofía, en vez de beneficiarnos, lo único que hará es perjudicarnos.

Porqué aunque nosotros sepamos quienes somos, lo que queremos, lo que nos hace felices…si en algún momento tenemos algún momento de debilidad, pensamos que no somos «aptos» para este sociedad porqué no hemos alcanzado los estándares que se suponían que teníamos que haber alcanzado por la edad que teníamos.

Muchas personas lo harán con cariño, como nuestras abuelas. Pero otras realmente lo hacen con fines «no muy positivos o cotillas».

Las personas mayores te querrán en pareja, te querrán que todo va bien o que has conseguido «esa seguridad profesional» que ellos tanto les consiguió alcanzar. Y es algo totalmente licito y de agradecer.

Pero ¿Qué le importa a los demás si tienes pareja, con quien te acuestas o de qué trabajas?

Vivimos en una sociedad llena de prejuicios. Una sociedad que piensa que si no has alcanzado ciertos hitos a ciertas edades, seguro que lo primero que pensarán será algo así:

¿Qué esconderá que no lo quiere decir?

Cada día pienso que nos tomamos la vida demasiado en serio.

Tenemos que hacer esto no vayan a pensar que.

Tenemos que callarnos lo otro, no vayan a pensar que.

Tenemos que aparentar no sé que, no vayan a dudar de nosotros.

Tenemos que…cuando en realidad ni tenemos ni queremos. Debemos hacer lo que nosotros sintamos.

Y no todo el mundo tiene esa confianza y fuerza de voluntad de confiar en si mismo a pesar de las circunstancias, de las presiones. Son personas que acaban haciendo cosas de las que luego se lamentan, de las que luego dicen algo así como «Pero si yo no quería, era por la presión de los demás...». Todo por no volver a oír la frase del arroz y sentirse «una más del grupo».

Hablamos de la felicidad con la boca llena pero todavía vivimos en una sociedad que se gestiona en base a prejuicios por mucho que hablemos de originalidad, autenticidad y felicidad. los mismos que hablan de felicidad, luego tienen prejuicios sobre los demás pero.. ése es otro tema.

¿Cuántas veces hemos hecho cosas de forma oculta por qué teníamos miedo / vergüenza a las consecuencias a pesar de hacer lo que sentíamos que queríamos hacer?

MUCHAS. Y todo porqué no queríamos oír lo del arroz.

El único arroz que se nos puede pasar es el que echamos a la paellera o cuando queremos hacer arroz con leche. Y aún así seguro que algún truco o receta habrá para que no se nos pase el arroz.

¿Y lo demás? Nunca se nos pasará el arroz.

Porqué no se nos pasa el arroz porque no tengas hijos ni pareja…puedes adoptar que seguro que muchos niños te lo agradecerán.

Porqué quizá no encuentres trabajo pero lo puedes crear.

Porqué quizá no tengas pareja pero te puedes apuntar a grupos para conocer gente.

Porqué siempre habrá una solución para un problema que los demás te intenten «meter en tu cabeza».

Si estás a gusto contigo mismo, confías en ti, eres coherente en lo que haces, haces la vida que quieres…TE ESTÁS COMIENDO TÚ EL ARROZ y NUNCA DEJÁRAS QUE SE TE PASE, porque siempre que tengas oportunidad, te lo comeras.

Las personas que son fuertes, que no les importa los prejuicios o el qué dirán, hacen eso, SE COMEN EL ARROZ que las personas que piensan que se te está pasando el arroz, les gustaría comerse.

La prudencia no vacuna contra el fracaso

Photo by cottonbro studio on Pexels.com

Otra vez volvemos a la producencia.

A ser prudentes no vayamos a lastimar emocionalmente a una persona si decimos lo que pensamos..

A ser prudentes no diciendo nuestras emociones no vayamos a perder la oportunidad de estar con la chica que nos gusta.

A ser prudentes no diciendo lo que pensamos dentro de la empresa no vayan a despedirnos…

A ser prudentes con nosotros mismos… no vayamos a ser felices.

Oir la palabra prudencia, se nos apreta el culo.

Pensamos que algo nos va a pasar, por lo tanto tenemos que ser prudentes, no vayamos a cagarla, no vayamos a liarla.

Y por no liarla o eso creemos o nos han hecho creer, nos hacemos lo que realmente sentimos que querríamos y deberíamos hacer.

Nos pasamos la vida en modo «prudencia» y luego vienen los lamentos.

Lamentos porqué nos dimos cuenta que si hubiéramos quitado el «freno de mano» en nuestra vida personal o profesional, otras cosas hubieran ocurrido o vivido que realmente deseamos.

Cohibimos nuestros deseos.

Nos han hecho creer que desear es de mal cristiano.

Que el deseo es de egoístas, de personas que solo piensan por si mismo dejando de lado a los demás. Pero la experiencia me dice, que cuando más prudente eres, más oportunidades pierdes.

La oportunidad de conocerte, de saber qué puedes hacer, de tu felicidad, de descubrir tus talentos….. La prudencia no es la vacuna contra el fracaso. Es la vacuna contra la originalidad, la excelencia y la creatividad.

La prudencia es el peor virus que uno mismo se puede inocular. ¿Y entonces por qué lo haces?

Porqué tenemos miedo de nosotros mismos. Por prudencia no queremos saber de qué estamos hechos, de qué somos capaces, de nuestra paz o felicidad…

Pero eso si, buscamos la felicidad pero con el «freno de mano» puesto, con prudencia.

Y luego censuramos lo que no nos gusta…

Photo by cottonbro on Pexels.com

¿Para qué sirve todo lo que estamos haciendo si luego somos los primeros en censurar lo que no nos gusta?

Hablamos de felicidad, de amor, de trabajo en equipo, de ser agradecidos, de dar la mano al que lo necesita…Y algunas cosas claro que las hacemos pero la mayoría de las veces, nos olvidamos de lo que decimos, de lo que queremos hacer y acabamos censurando lo que creemos que está en contra de nuestras creencias.

Hablamos de creatividad, de felicidad, innovación, de un mundo ideal como diría alguna película y solamente hay censura en todos lados.

Y no estoy hablando de los medios de comunicación, que pienso que son un reflejo de la sociedad que tenemos, sino en nuestro día a día.

Nos pegamos en el pecho gritando que somos tolerantes, que queremos la diversidad, pero:

.- Rechazamos a los que piensan diferente a nosotros.

.- No soportamos que no nos lleven la contraria. Y cuando lo hacen lo primero que hacemos es gritar para cortar la conversación.

.- No soportamos que otra persona sea del partido político contrario al nuestro. Y si ya eres del Barcelona y el otro del Madrid, hasta no queremos una relación con una persona así.

Y si a eso le añadimos los «gritos» que hay en televisión o que tomamos como algo normal que haya «libros censurados en pleno siglo XXI». ¿Qué estamos haciendo?

Creando una sociedad que nunca la veremos realizarse ya que mientras tanto, estamos haciendo lo contrario a lo que decimos.

¿Cómo podemos ser creativos si no aceptamos las ideas de los demás?

¿Cómo podemos ser tolerantes si no aceptamos que nos lleven la contraria en una discusión política?

¿Cómo podemos tener una pareja con la que no aceptamos sus gustos pero si amamos?

No es algo idílico y que he llevado al extremo. Es algo que en el día a día estamos viviendo y todos hemos observado.

Cada día estamos siendo más una sociedad censora:

Todo lo que no está a favor mío, está en contra de mí

Todo aquel que no hace lo que deseamos, está en contra de nosotros.

Quitamos canales de televisión por qué no nos gusta lo que vemos en ellos.

Pero eso sí, somos diversos, creativos, innovadores y tolerantes.

¡INCOHERENCIA!.

¿Pero por qué lo hacemos?

No me voy a meter en teorías «raras» ni cosas raras, voy a ir a ti que lo que haces es censurarte y censurar.

Y todo por qué nos aceptamos ni nos queremos aceptar.

No nos aceptamos ni tampoco nos hemos además de intentarlo.

Como no queremos aceptarnos , pensar, dudar, sudar, estudiar, curiosear…acabamos «subiéndonos» a las ideas que están de moda, a las que nos hagan parecer que estamos a la última. Todo lo que haga falta para no pensar, para no sentir por nosotros mismos.

Así satisfacemos nuestra necesidad de reconocernos y de reconocimiento. Los demás saben cómo pensamos, que ideas tenemos y nosotros nos sentimos parte de un grupo que nos puede llevar al éxito, a la felicidad e incluso al amor.

La muestra de que es un grupo con ideales «débiles» es que hay que defenderlos a muerte. Nos hacen creer y creemos que es la verdad absoluta, que nadie nos puede poner en duda lo que creemos porqué es la única verdad. Y por ello iremos a dónde sea.

No hay comunicación, empatía, no hay un posible debate… No hay nada cuando ponen en duda nuestras ideas «cool». Solo queremos no defender nuestras ideas, sino no escuchar a las de los demás.

Esta situación demuestra una falta de confianza en uno mismo, de coherencia…. que determina muy poca vida a esa relación.

Y no solo lo vemos en el día a día, también lo vemos en medios de comunicación. Personas que se gritan por defender sus ideas ( ideas en las que creen creer o previo pago ) y que hacen lo que haya que hacer solo para que vean que defiende sin fisuras sus ideas. Pero sobre todo, no quiere escuchar las ideas de la otra persona, las censura.

Estamos viviendo en un mundo que promulga una cosa pero día a día vemos que hace lo contrario que promulga.

¿Cómo podemos avanzar si vetamos las ideas que creemos que son contrarias a las que tenemos?

¿Cómo podemos decir que somos tolerantes cuando en realidad no sportamos que nos lleven la contraria?

¿Cómo podemos decir que somos una empresa creativa cuando en el día a día no hacemos caso a ninguna idea que no venga de nosotros?

¿Qué sería de nosotros, como sociedad si dejáramos de censurarnos y censurar a los que no opinan como nosotros? Quizá otro gallo nos cantaría.

Hablamos de muchas cosas…pero luego censuramos lo que no nos gusta

¿Tienes futurofobia?

Photo by Alina Vilchenko on Pexels.com

Futurofobia: Dícese de la enfermedad que sufrimos en silencio que a través de los síntomas como no hacer nada aun quejándonos de la situación que tenemos, produce miedo al futuro pero sin acción alguna al respecto.

El ser humano sigue paciendo una enfermedad que le limita, la futurofobia.

Tenemos miedo al futuro que:

.- Le dejaremos a nuestros hijos con el medio ambiente que estamos matando.

.- Que sería dejar a nuestra pareja que no nos sentimos felices con ella.

.- Que sería dejar un trabajo que no nos llena, sino más bien nos limita y amedrenta.

.- Decir lo que sentimos y todo lo que se pueda producir cuando lo oigan

.- A hacer lo que queremos hacer y sientan que hemos defraudado a muchas personas que tenían las expectativas puesta en nosotros.

.- Puede producir el ser y no el dejar de aparentar ser.

Otro síntoma de esta futurofobía es quejarnos.

Nos quejamos de lo que estamos viviendo. Nos quejamos y gritamos a los 4 vientos que no nos merecemos lo que estamos pasando. Nos lamentamos imaginando qué puede pasar si seguimos así…

¿Pero qué haces al respecto?

¡NADA!

Con estos dos síntomas puedo asegurarte que tienes futurofobia.

Son personas que durante mucho tiempo siempre les estarás oyendo el mismo tema, sus quejas, lamentos, miedos y sollozos ante una situación que están pasando. Pero cuándo les preguntas o «recomiendas» que hagan tal o cual cosa, sin preguntar cómo se haría, sin darle una oportunidad… lo primero que hacen es responderte con frases así: «¿Estás loco o qué? Yo jamás podría hacer eso…». Una confirmación aún mayor que reafirma que está sufriendo la FUTUROFOBIA.

¿Pero la sociedad padece futurofobia?

Yo creo que sí. Y desde luego sin generalizar.

A día de hoy sigue habiendo una pandemia entre nosotros, una guerra, una crisis global…. Y aunque nos quejamos, lamentamos por lo que estamos pasando, por lo que puede venir….¿Pero qué estamos haciendo?

Dejamos que los demás tomen las decisiones y así si se confunden, ahí si les echaremos la culpa cuando en realidad tendríamos que haber cogido la «sartén por el mango» y empezar a crear, a hacer y a solventar el problema que tenemos.

Y seguro que habrá gente que dirá: «David, pero el tema de Ucrania nosotros no podemos hacer nada, el tema de la inflación no podemos hacer nada…» y estoy de acuerdo. Pero quiero añadir, ¿tienes un negocio? Y ¿en serio no puedes hacer nada contra la inflación, contra el miedo a cerrar con tu creatividad para salir adelante? Nada más que añadir.

Creemos que no podemos hacer nada porque el problema es demasiado grande, por qué no tienes herramientas para solucionar el tema.

El miedo hace el problema más grande. Hagámoslo más pequeño y seguro que nos sentiremos con capacidad de hacer y sacar soluciones al respecto.

Sacaremos el coraje para solucionar el problema y cambiar la actitud con el futuro.

Sé que mucha gente dirá ahora: «Vive el presente» es la solución. Estoy de acuerdo, mientras estamos pensando en lo que estamos viviendo o creemos que estamos viviendo, en las consecuencias que pueden pasar… no estamos viviendo el presente. Y ahora la moda es vivir el presente, no pensar más. Algo que hace que hecha «la ley hecha la trampa». Cuando solo piensas que estamos viviendo el presente, no afrontamos el problema, la ambición, la curiosidad .. y por lo tanto no hacemos, solo creemos que sentimos, vivimos, no pensamos.

La futurofobia es la enfermedad que deja dormida a la sociedad. Una sociedad que ve las noticias, se lamenta pero no hace nada por cambiar la situación ( y no te digo de coger una escopeta ), sino de hacer algo, por pequeño que sea.

La futurofobia nos adormece, si queremos crear, si queremos la felicidad de verdad, si queremos un desarrollo, debemos despertar.

Contra el «estreñimiento mental»…

Photo by Ketut Subiyanto on Pexels.com

Y yo que pensaba que tras la pandemia, el estreñimiento se iba a acabar.

La gente iría por la calle sonriendo, las calles serían como los años 20, de locura, alegría y diversión.

La gente ya no ocultaría lo que sentía, diria lo que pensaría sin importarle lo que puedan decir los demás, porque saben que la vida es una y hay que vivirla, se trata de sentir, no de mentir.

Pensé que después de la pandemia, por fin haría la gente lo que siempre habían querido hacer, porqué sabían en primera persona que un día puedes estar aquí pero mañana ya no. Que eso de posponer nuestra felicidad cuando nos jubilemos o cuando tengamos dinero no vale, que es ahora o nunca.

Pensé que después de la pandemia, el trabajo no deseado, el que odias los domingos por la tarde y con el que te acuerdas de todos los «familiares» de tu jefe, iba a dejar de ser un estreñimiento «personal y profesional», pero por lo visto sigue siendo igual.

Lo que había dejado de oír durante dos años, «el cagarte en el jefe, el sentirse incomprendido por tu pareja o el acudir a reuniones con amigos que no te apetecen…» cada día lo vuelvo a oír más.

Y no hace falta te lo diga yo sino me crees, solamente mira a la gente paseando por la calle. Callados, sin hablarse entre si, mirando al móvil y sin una sonrisa en sus labios.

Vivimos en un mundo estreñido. Que prefiere vivir en silencio el «dolor» de la infelicidad en su relacion sentimental, en el trabajo y en definitiva en su día a día, mostrar al «aire» su herida y dejar que sane.

Las cosas no han cambiado, las cosas siguen igual, haya pandemia, guerra o una varicela.

Seguimos prefiriendo ocultar nuestras miedos y frustraciones porqué si lo hacemos, pensamos que el panorama será peor que si apostáramos por nosotros mismos, si cogemos las riendas de nuestra vida.

¿Qué hemos aprendido? NADA.

¿Qué soluciones hemos puesto en marcha durante todo este tiempo? NINGUNA.

Pero eso si, hay que leer muchos libros de motivación, hay que ir a conferencias o hacerse fotos con los «gurús» de turno para que los demás vean en redes sociales, que somos unos seres conscientes.

SI lo fuéramos, no usaríamos «placebos» para creernos y hacer creer que somos unos seres de luz, empáticos y en paz con nosotros mismos.

Diríamos:

Durante este tiempo he ido «estreñido» con mi vida, porqué no he hecho esto, no he dicho lo otro y he estado mintiéndome.

Es un método fácil, rápido e indoloro. Porqué no duele, más bien te alivia, reconocer qué ha pasado, qué has estado viviendo.

Seguimos posponiendo nuestra felicidad, nuestros deseos y aún así leyendo libros de la felicidad pensando que así la atraeremos.

Cierra el libro, deja de bailar, de gritar y reconoce a viva voz lo que realmente te pasa Empezarás a notar que el » tapón » que te limitaba, empieza deshacerse.

Pero ahí no ha acabado todo: DEBES PONERTE MANOS A LA OBRA.

No importa si el paso es pequeño, enano o enorme para ti, lo importante que una vez hayas aceptado porqué estás asi, empieces a actuar para que el «nudo» no vuelva a ocurrir.

Este estreñimiento que vivimos es respetable, es aceptable. No todos sabemos gestionar nuestras emociones, no todos tenemos el coraje de ser nosotros mismos ni expresar lo que sentimos cuando lo estamos viviendo.

Es normal. Pero luego no nos quejemos, no pongamos excusas de cómo nos encontramos , cuando realmente todos sabemos cuál es la solución:

RECONOCERLO Y PONER MANOS A LA OBRA.

Cada día creo es mucho más fácil todo. Sin embargo somos nosotros mismos quienes nos da miedo ser nosotros mismos.

¿Qué pasaría si viviéramos en un mundo menos «estreñido»?

A lo mejor estoy hablando de una utopía y siempre haya gente que le interese más, ocultar sus emociones, lo que realmente que quiere y seguir en la situación en la que está. Pero como siempre digo, pero luego no te quejes un día que has sido consciente de lo que has hecho y te lamentas del tiempo perdido.

Porqué el tiempo no vuelve y la frustración siempre permanece.

Contra el «estreñimiento mental», coraje y acción.

El trabajo que mucha gente detesta.

Photo by Valeria Boltneva on Pexels.com

¿Cuál es el peor trabajo que has podido realizar? y ¿El que nunca aceptarías?

Son dos de las preguntas que últimamente he hecho a la gente. Quería saber que consideraban ellos como «un trabajo repugnante», o cuáles eran los límites que tenían a la hora de trabajar.

Muchos decían que vendedor, otros trabajar en una funeraria, en una cadena de comida rápida…Pero recibí un mensaje que me ha hecho pensar. ¿Qué me contestó?

El peor trabajo que uno puede realizar es ser uno mismo.

Al principio no estaba de acuerdo con él. Pero lo hacía desde todo el proceso que había vivido y sigo viviendo durante todo este tiempo ( Porqué nunca acabarás de conocerte y descubrirte al 100%). Pero luego me di cuenta, que ser uno mismo , no es un trabajo muy gratificante.

No es gratificante que la gente te vea como un «bicho raro» cuando dices lo que sientes. Aunque ellos se peleen para ver quién ha leído más libros de desarrollo personal que nunca llegarán a a poner en marcha.

No es gratificante ver como luchas por tu autenticidad y luego ves como gente «mentirosa», que urde sus planes desde la manipulación, consigue resultados mucho antes que tú, que luchas porqué vean algo diferente.

No es gratificante ver como te esfuerzas y solo recibes incomprensión, rechazo y dudas. Y todo porqué la gente no quiere entender que estás luchando por encontrarte y/o que por fin has encontrado algo por lo que levantarte de la cama todos los días, aunque sea festivo.

NO es el trabajo más gratificante, ya que los resultados no los ves dentro de las 8 horas de trabajo, ni tampoco dentro del próximo quinquenio que te da la oportunidad de acceder a beneficios en la empresa. Quizás verás los resultados mucho tiempo después y la paciencia tiene un limite. Pero tiene un limite para quién no cree en lo que está haciendo, quién piensa que es un placebo para alcanzar el éxito de forma rápida.

No es gratificante ser uno mismo en un mundo de presiones, en los que los sueños tienes que dejarlos para cuando te jubiles, (si lo consigues) y en el que tienes que cumplir unos cánones si realmente quieres ser aceptado.

No es gratificante tener un concepto de felicidad totalmente distinto al de los demás. No crees que la felicidad es comprar seguidores en Instagram, mentir sobre la vida que llevas o las relaciones que tienes o mentir a las pocas personas que todavía te hablan.

Lo pensaba y estaba con él, no es gratificante el trabajo de ser uno mismo en este mundo.

Pero siento decirle, que también es el trabajo que más satisfacciones te dará nunca.

¿Y tú que trabajo crees que es el menos gratificante del mundo: ser uno mismo?

¡Cómo nos gusta vivir bloqueados por el miedo!

Photo by Sorapong Chaipanya on Pexels.com

Hoy paseando me he dado cuenta:

¡Cómo nos gusta vivir bloqueados por el miedo!

Abres la puerta de casa y de nuevo los atascos forman parte del día a día. El miedo al llegar a un trabajo que odiamos nos hace que nos acordemos de la familia entera del conductor del coche de delante.

Llegamos a una oficina en la que recordamos como eran los primeros días, aquellos días en los que pensábamos que nuestros trabajo por fin sería tenido en cuenta, en la que nos contarían todo lo que pasa y la información correría sin ningún tipo de problema. Y meses después, de todo lo que nos dijeron, nada se ha cumplido. Pero cuando lo digo, siempre me responden lo mismo, tengo que aguantar que ahora con la crisis, ya sabemos como están las cosas..

Llegamos a casa y nos seguimos «cagando» en todo el árbol genealógico del conductor de al lado que nos ha hecho una pirula cuando intentábamos cambiarnos de carril.

Pero en casa la situación sigue igual. Compramos seguidores para nuestro «proyecto personal», para que los demás vean que somos expertos, que crean que sabemos de lo que estamos hablando y que hay gente de todo el mundo, que nos sigue. Todo esto lo hacemos, porque tenemos miedo al esfuerzo, a alcanzar la meta de «experto» mostrando nuestras ideas y nos puedan llamar «locos». Y como tenemos miedo a ser nosotros mismos, preferimos coger el atajo que nos han dicho que nos lleva a la misma meta.

Sin embargo, la cosa no queda ahí. Preferimos aguantar relaciones sentimentales y/o de amistad por el miedo a quedarnos solos. Aguantamos relaciones que lo único que nos hace en «ponernos de los nervios» o «dolor de cabeza». Pero no hacemos nada , porqué preferimos vivir siendo cómplices de nuestra infelicidad que responsables de nuestras acciones y éxitos.

Ya hemos vuelto a la ANTIGUA NORMALIDAD.

Aquella en la que reprimíamos nuestros sentimientos , no vaya a ser que piensen que somos «raros» o vete a saber tú qué.

Seguimos ocultando nuestros deseos porqué en estos momentos, mejor tenerlos ocultos para cuando podamos hacer realidad nuestros anhelos.

Hemos vuelto a la normalidad, a olvidarnos aquellos que decíamos que íbamos a cambiar, a decir todo lo que sentíamos porque pensábamos que mañana quizá ya no íbamos a estar en este mundo, a intentar hacer realidad lo que siempre hemos sentido que debíamos hacer y no aguantar más lo que no soportábamos.

Pero ¿Qué ocurre?

Que ese coraje que teníamos que se nos iba por la boca, era eso, puro postureo.

Ahora que hemos vuelto a la ANTIGUA NORMALIDAD, ya nos hemos olvidado de todo, ya hemos vuelto a nuestro papel de victima en la que echarle la culpa de todo a todo el mundo menos a nosotros mismos.

En el fondo, nos gusta vivir bajo el «yugo» del miedo.

Del miedo a ser nosotros mismos como sabemos que somos y que poca gente conoce. Del miedo a decir lo que sentimos y que nos haría ir por la vida con la cabeza más alta de la que hablamos habitualmente. Del miedo a levantarnos todas las mañanas de la cama camino de un trabajo que no soportamos mientras soñamos qué sería de nosotros si hiciéramos realmente lo que nos apasiona.

Si volver a la «Nueva Normalidad» es volver a renunciar al compromiso con uno mismo, a tener el coraje de hacer y decir lo que siente uno, pase lo que pase, caiga quién caiga…YO NO ME APUNTO.

Seguimos optando por el método más rápido para alcanzar la felicidad.

Photo by cottonbro on Pexels.com

Vuelve la normalidad.

Vuelven las fotos de Instagram en la que a través de filtros queremos decir a los demás que nos hemos podido ir de vacaciones a pesar de la inflación o la subida del coste de la luz. Ya nos hemos olvidado de la pandemia, ahora hay que quitarse las mascarillas, mostrar nuestro monera a pesar de que la incidencia suba más que el índice de los precios al consumo.

Volvemos a salir de eventos diciendo: «¡Cuánto me he reído con la conferencia de X!».

Volvemos a intentar mostrar que a pesar de la que está cayendo desde hace dos años, somos resilientes, felices y que la vida nos va fenomenal con nuestros seguidores de Instagram (seguidores comprados). Volvemos a comentar entre los amigos que nos estamos leyendo el libro para ser felices, para ganar amigos, para vivir una vida sin miedo o querer saber qué número de personalidad eres tú, no vaya a ser que nos acostemos esta noche y al final no coincidan nuestros números.

Ya todo está olvidado, ya ha vuelto la normalidad, ya no sabemos quienes son los médicos que nos salvaron hace 2 años o de lo que es una mantener unas condiciones de seguridad por tu salud.

Eso ya es agua pasada, es hora de mostrar nuestra felicidad.

Pero sobre todo volvemos a ser el país que más ansiolíticos consume.

¿Quizá utilizamos los libros de autoayuda como un placebo o postureo cuando en realidad lo que no queremos es pensar, esforzarnos, preguntarnos ni dudar?

¿Quizá las conferencias con música a todo volumen, saltos y gritos están guay para un rato y realmente lo que nos gusta es «empastillarnos» para no pensar, no dudar ni tener ningún atisbo de salirnos de lo establecido?

El ser humano busca la felicidad constantemente, como si fuera una meta, como un trofeo a alcanzar. Y si no eres feliz eres el «raro» de la clase o de tu grupo de amigos, hacemos todo lo posible y más para alcanzarla.

Pero realmente no sabemos lo que estábamos haciendo y ni mucho menos sabemos qué queremos alcanzar.

Preguntas a la gente si son felices y te responden que si, que la vida les va bien, que tienen seguidores en Instagram, que tienen parejas …. Todo es felicidad y amor, pero ¿Por qué seguimos siendo el país que más ansiolíticos tomamos?

¿Pero no somos tan felices? ¿Pero no nos va todo tan bien en redes sociales? ¿Quizá no es realidad lo que ofrecemos a los demás?

Y antes de que alguien se me eche encima, desde luego que en determinados casos en más que necesario una «pastilla» para ayudarnos a afrontar determinados problemas que nos ocurren. Y desde luego que la salud mental tiene que ser un tema imprescindible a tratar por la sociedad, empresas y políticos.

Pero yo me quiero centrar en esas incongruencias que observo:

.- Si todo te va bien ¿Por qué te tomas una pastilla para evadirte de la realidad?

.- Si crees que eres feliz ¿Por qué te tomas una pasilla para calmar tu ansiedad?

.- Si te has leído todos los libros de la felicidad y hablas de ello ¿Por qué te tomas una pastilla?

Me encanta ir a las librerías y ver las novedades de las editoriales. Y a parte de los temas de política que todos conocemos tanto nacionales como internacionales, siempre hay un tema en común en todos los libros, la consecución de la felicidad. Por no hablar de aquellos que nos dicen que podemos tener una vida genial, increíble y de la leche, solo cerrando los ojos.

¿Cuáles son los libros que más se venden? Los de la felicidad

¿Cuáles son los conferenciantes más reclamados? Los que hablan de felicidad, los de los psicólogos y los que «venden humo».

Pero seguimos siendo el país que más ansiolíticos tomamos. ¿Algo pasa, no? ¿Quizá no surtan tanto efecto como para cambiar una vida como se nos hace creer?

Cada día estoy más convencido que las personas más felices son aquellos que de pequeños los llamaban insolentes.

Esos que creíamos que se estaban metiendo donde no les llamaban porqué era tema » de mayores», aquellos que no paraban de preguntar porqué querían saber, aquellos que dudaban de lo que decían los demás porqué habían investigado, preguntado y leído antes, aquellos que considerábamos «raros» pero son luego los que se sienten los que más en paz están consigo mismo, los que más felices podría decirse que son y los que más han avanzado.

¿Qué han hecho? Optar por el camino más difícil para conocer su felicidad, SER UNO MISMO.

Sin aditivos ni colorantes, simplemente preguntas, investigar, dudar pero sobre todo actuar aunque los demás les digan que están «locos» o no van a conseguir nada.

El mundo necesita más insolentes, más «tocapelotas», más personas que quieren ir más allá de lo recomendado, de lo establecido, de lo que nos dicen que es lo mejor para nosotros,… En definitiva, son las personas que nos hacen avanzar y que más felices son, porque son ellos mismos siempre.

Así que:

.- Esta bien leer, PERO LO QUE LEAS PONLO EN MARCHA. La felicidad se crea, no viene por una sola frase.

.- Tu felicidad no vale una imagen o una conferencia «placebo». Tu felicidad es un camino que debes recorrer toda la vida. No en 45 minutos.

.- La realidad es la que es. Pero de ti depende transformarla con tu acción hacia tu felicidad. No por «evadirte» de ella, vas a ser más feliz y de forma permanente.

.- Acepta tus emociones. Aceptarlas es empezar a que pierdan poder sobre tu toma de decisiones.

.- Se insolente en lo que te apasiona. Ahí está tu felicidad, eso es lo que te apasiona, ahí reside tu paz.

.- Tu felicidad no depende de las modas presentes o futuras. DEPENDE DE TI.

.- No existe un camino rapido a la felicidad. Existe un camino que tú mismo debes crear.

.- A la felicidad no se llega a través de atajos, siempre te llevarán al abismo y a la frustración.

.- De vez en cuando, tu felicidad será no escuchar a los demás. Te lo aseguro.

Hace dos años hablábamos de un mundo mejor, de una sociedad más unida…Y seguimos igual o peor que tiempo atrás. Y no busquemos las excusas en los demás, somos nosotros mismos que no queremos avanzar, porque la pereza ha ganado la partida a nuestra felicidad.