Mejor desde 0 que desde Nunca.

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Mañana cumplo 45 años y quería escribir esta carta a todos vosotros.

Hoy quiero compartir contigo una reflexión profunda y personal que ha transformado mi vida y que espero también inspire cambios positivos en la suya. En esta carta, exploraremos juntos la importancia de empezar desde cero, algo que he hecho durante mi vida muchas veces , de abrazar el poder del reinicio, y de entender que es mejor comenzar de nuevo que nunca intentarlo.

¿Cuántas veces nos hemos encontrado paralizados ante la idea de empezar algo nuevo? Ya sea un proyecto, una relación, un cambio de carrera, o simplemente un nuevo hábito, el miedo al fracaso y la incertidumbre puede ser abrumador. Sin embargo, es en ese primer paso, en esa decisión de comenzar, donde reside el verdadero poder de transformación.

Recuerdo una vez, sentado en mi escritorio, sintiéndome atrapado en un trabajo que no me satisfacía. Me había convencido a mí mismo de que era mejor quedarme allí, cómodo en mi mediocridad, que arriesgarme a lo desconocido. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba dejando que el miedo dirigiera mi vida. Desde entonces el miedo ha venido a mi búsqueda varias veces pero cuando le haces frente, ya no es lo mismo.

Dar el primer paso puede ser aterrador, pero también es increíblemente liberador. Al decidir empezar desde cero, nos permitimos dejar atrás el peso del pasado y abrirnos a un mundo de posibilidades. Es importante recordar que cada gran logro comienza con un pequeño paso.

Empecé a explorar nuevas oportunidades, a aprender nuevas habilidades que un tiempo atrás pensaba que eran imposibles en mi y a conocer personas que compartían mis intereses. La sensación de avanzar, aunque fuera lentamente, me llenó de una energía que no había sentido en años. Estaba construyendo algo nuevo, algo propio, y eso era la ostia.

En nuestro camino, cometeremos errores. Es inevitable. Pero en lugar de verlos como fracasos, debemos considerarlos como lecciones valiosas. Cada error nos acerca un paso más a nuestro objetivo, siempre y cuando estemos dispuestos a aprender de ellos.

Recuerdo la primera vez que traté de iniciar una serie de eventos y formaciones en mi ciudad. Fue un desastre absoluto. Perdí dinero, tiempo y energía. Pero en lugar de rendirme, analicé lo que había salido mal y lo que podría haber hecho mejor. Esa experiencia me dio la sabiduría y la fortaleza para intentarlo de nuevo, esta vez con más éxito.

El camino hacia el éxito rara vez es una línea recta. Si lo consigues, ya me dirás como lo has hecho. Habrá altibajos, desvíos y momentos de duda. Pero es la perseverancia la que nos mantiene en marcha. Es fácil empezar algo nuevo, pero mantenerse en el camino requiere un compromiso constante y una fuerte determinación.

En mi viaje, hubo momentos en los que quise rendirme. Los obstáculos parecían insuperables y el progreso, demasiado lento. Lo reconozco soy muy impaciente. Pero cada vez que me sentía tentado a abandonar, recordaba por qué había empezado. Ese «por qué» es lo que me impulsó a seguir adelante, como bien dice Simon Sinek en su libro tan famoso y que causó un antes y después en mi vida.

Ningún viaje se realiza en solitario. El apoyo de amigos, familiares y mentores es crucial en momentos de dificultad. No tengas miedo de pedir ayuda y de rodearte de personas que creen en ti y en tus sueños.

Tuve la suerte de contar con un círculo de apoyo increíble. Amigos que estuvieron allí para levantarme cuando caí y para celebrar mis pequeños triunfos. Su fe en mí me dio la fuerza para seguir adelante, incluso cuando yo mismo dudaba.

Es vital redefinir lo que significa el éxito para nosotros. En una sociedad que a menudo mide el éxito en términos de riqueza y estatus, debemos encontrar nuestras propias definiciones. ¿Es la paz interior, la felicidad, el impacto positivo en la vida de los demás?

Para mí, el éxito dejó de ser un destino y se convirtió en un viaje. Se trataba de vivir en alineación con mis valores y de hacer lo que amaba. Este cambio de perspectiva me permitió disfrutar del proceso, en lugar de obsesionarme con los resultados.

Vivir en el presente es una de las lecciones más importantes que he aprendido. A menudo, nos preocupamos tanto por el futuro o nos arrepentimos del pasado que olvidamos disfrutar el momento presente. Empezar desde cero nos da la oportunidad de resetear nuestra mente y concentrarnos en el ahora.

Practicar la atención plena y la gratitud me ayudó a apreciar cada pequeño paso en mi viaje. Aprendí a celebrar las pequeñas victorias y a encontrar alegría en el simple acto de intentarlo.

A lo largo de mi viaje, encontré inspiración en las historias de otros que también decidieron empezar desde cero. Personas que, a pesar de los obstáculos y las adversidades, encontraron el valor para comenzar de nuevo y lograron cosas increíbles.

Uno de los relatos más inspiradores fue el de J.K. Rowling, quien pasó de ser una madre soltera en apuros a la creadora de una de las sagas literarias más exitosas del mundo. Su historia me recordó que no importa cuán difíciles sean las circunstancias, siempre hay esperanza si estamos dispuestos a empezar de nuevo.

Al final, lo que importa no es dónde empezamos, sino la disposición a empezar. Cada nuevo comienzo es una oportunidad para reinventarnos y para construir una vida que realmente nos haga felices. Es mejor empezar desde cero que nunca intentarlo, porque cada día es una nueva oportunidad para crear algo hermoso y significativo.

Hoy, mientras escribo esta carta, me siento agradecido por todas las veces que tuve el valor de empezar de nuevo. Esos momentos de valentía me llevaron a donde estoy ahora, y sé que lo mejor está por venir.

Queridos lectores, si hay algo que quiero que se lleven de esta carta, es esto: nunca es tarde para empezar de nuevo. No importa cuántas veces hayas caído o cuántas puertas se hayan cerrado. Siempre hay una nueva oportunidad esperando, y todo lo que se necesita es el coraje para dar el primer paso.

Así que, si tienes un sueño, una meta o un deseo que has estado posponiendo, hazlo ahora. Empieza desde cero si es necesario, pero empieza. Porque es mejor empezar desde cero que quedarse atrapado en el nunca.

No hace falta ser una celebridad para ser inolvidable.

Vivimos en una era digital en la que las redes sociales han adquirido una importancia sin precedentes. La medida del éxito y la influencia parece estar vinculada al número de seguidores, «me gusta» y comentarios que recibimos. Sin embargo, en nuestra búsqueda de reconocimiento y validación en el mundo virtual, podemos olvidar lo que realmente significa ser inolvidable para alguien en el mundo real.

Ser inolvidable es un acto de humanidad, de conexión genuina y de pequeños gestos que dejan una huella indeleble en el corazón de otra persona.

La trampa de los números

En la era de las redes sociales, estamos constantemente bombardeados con imágenes de personas que parecen tener vidas perfectas y exitosas. Las cuentas con miles o incluso millones de seguidores son vistas como símbolos de influencia y relevancia. Sin embargo, esta percepción es engañosa.

Los seguidores en las redes sociales no necesariamente se traducen en conexiones genuinas o en una influencia significativa. Muchos de estos seguidores pueden ser desconocidos que nunca interactúan personalmente con el creador de contenido. Además, el algoritmo de las redes sociales favorece el contenido que genera más interacción, no necesariamente el contenido que tiene un impacto profundo o significativo.

La fama en las redes sociales a menudo se basa en la superficialidad. Publicar fotos con gurús de la autoayuda, asistir a eventos populares y retransmitir en directo nuestras actividades más emocionantes puede generar muchos «me gusta», pero no necesariamente deja una impresión duradera en las personas. La fama digital puede ser efímera y fácilmente olvidable, especialmente si no está respaldada por acciones genuinas y significativas.

La verdadera esencia de ser inolvidable

Ser inolvidable para una persona no requiere una audiencia masiva ni una presencia en las redes sociales. A menudo, son los pequeños gestos de amabilidad y atención los que dejan una impresión duradera. Ayudar a alguien cuando se le ha caído la comida del supermercado, visitar a un amigo que está teniendo un mal día o sorprender a alguien que te importa sin razón aparente son actos que realmente importan.

Estos gestos no necesitan ser grandiosos ni con un alto coste económico. La autenticidad y la intención detrás de ellos es lo que realmente los hace especiales. Cuando mostramos empatía y nos tomamos el tiempo para apoyar a los demás, creamos conexiones profundas que van más allá de cualquier interacción digital.

En un mundo donde la comunicación está dominada por frases motivacionales y publicaciones en redes sociales, la presencia física y la escucha activa se han vuelto más valiosas que nunca. Estar presente para alguien, ya sea en momentos de alegría o de tristeza, y escuchar genuinamente sus preocupaciones y alegrías, es una forma poderosa de demostrar que te importa.

La capacidad de escuchar sin juzgar, de ofrecer un hombro sobre el que llorar o simplemente de compartir un momento de risa, crea un vínculo que es difícil de olvidar. Estas experiencias compartidas son las que realmente dejan una huella en el corazón de las personas.

El deseo de controlar y dominar

En nuestra sociedad actual, a menudo confundimos la influencia con la capacidad de controlar o dominar a los demás. Queremos que nuestras opiniones sean escuchadas y que nuestras acciones sean reconocidas, a menudo a expensas de las verdaderas necesidades y sentimientos de los demás. Este enfoque puede llevar a relaciones superficiales y a una sensación de vacío.

Manipular a las personas para que nos vean de cierta manera o para que hagan lo que queremos no crea una conexión auténtica. Las personas pueden sentirse utilizadas y, eventualmente, se distanciarán. Este tipo de comportamiento no nos hace inolvidables; nos hace temporales en sus vidas.

La verdad como clave de la conexión

Ser uno mismo y genuino es la clave para ser verdaderamente inolvidable. Esto significa ser honesto sobre quién eres, mostrar vulnerabilidad y estar dispuesto a ser abierto y sincero en tus relaciones. La autenticidad crea una base de confianza y respeto que es esencial para cualquier conexión duradera.

Cuando actuamos con autenticidad, las personas pueden ver nuestras verdaderas intenciones y sentir nuestra sinceridad. Esto no solo fortalece nuestras relaciones, sino que también nos permite influir de manera positiva y significativa en la vida de los demás.

El egoísmo disfrazado de ayuda

En una sociedad donde la autoayuda y el desarrollo personal son industrias en auge, a menudo confundimos la verdadera ayuda con la satisfacción de nuestros propios intereses. Ayudar a alguien solo porque esperamos algo a cambio, ya sea reconocimiento, gratitud o algún tipo de beneficio personal, no es un acto genuino de bondad.

El egoísmo disfrazado de ayuda puede ser perjudicial tanto para la persona que lo practica como para la que lo recibe. Cuando nuestras acciones están motivadas por intereses egoístas, no podemos crear conexiones genuinas ni ser realmente inolvidables para los demás.

La importancia de la verdadera empatía

La verdadera empatía implica ponerse en el lugar de la otra persona y actuar desde un lugar de comprensión y compasión genuina. Esto significa ofrecer nuestra ayuda sin esperar nada a cambio y estar dispuestos a apoyar a los demás en sus momentos de necesidad.

La empatía verdadera es lo que nos hace inolvidables. Cuando las personas sienten que realmente nos importan, que estamos dispuestos a escuchar y a ayudar sin condiciones, crean recuerdos y experiencias que permanecen con ellos para siempre.

Ejemplos de actos inolvidables

A lo largo de la historia y en nuestra vida cotidiana, podemos encontrar innumerables ejemplos de actos que han dejado una impresión duradera en las personas. Estas historias no siempre implican grandes gestos o acciones heroicas, sino pequeños momentos de conexión y humanidad.

  1. El amigo en necesidad: Una mujer recuerda cómo, durante un momento de crisis personal, un amigo cercano dejó todo lo que estaba haciendo para estar con ella. No dijo mucho, pero su presencia y disposición a escuchar hicieron toda la diferencia. Este acto de bondad le demostró que no estaba sola y dejó una huella imborrable en su corazón.
  2. El extraño amable: Un hombre cuenta cómo un día, al salir del supermercado, se le cayó una bolsa y todos sus artículos se esparcieron por el suelo. Mientras luchaba por recogerlos, una desconocida se acercó, le sonrió y le ayudó a recoger todo. Este simple acto de amabilidad le recordó la bondad de los desconocidos y lo marcó profundamente.
  3. La sorpresa inesperada: Un joven recuerda cómo, durante un período estresante en la universidad, su hermana menor viajó horas solo para visitarlo y animarlo. No había una ocasión especial, solo el deseo de mostrar su apoyo y amor. Este gesto inesperado lo hizo sentir valorado y amado, algo que nunca olvidará.

Estas historias muestran cómo los actos de bondad y la conexión humana pueden superar cualquier influencia digital. Las redes sociales pueden proporcionar una plataforma para compartir momentos y experiencias, pero es en la vida real donde se forman las conexiones más profundas y duraderas.

Los seguidores y los «me gusta» no pueden reemplazar la calidez de una sonrisa, el consuelo de un abrazo o la comprensión de una conversación sincera. Estos actos de humanidad y empatía son los que realmente nos hacen inolvidables.

Cómo cultivar la inolvidabilidad en tu vida diaria

Practicar la atención plena

La atención plena, o mindfulness, es una práctica que nos ayuda a estar presentes en el momento y a conectar con nuestras experiencias y emociones de manera más profunda. Al practicar la atención plena, podemos ser más conscientes de las necesidades y sentimientos de los demás, lo que nos permite actuar con más empatía y compasión.

Ser proactivo en tus relaciones

Ser inolvidable implica ser proactivo en nuestras relaciones. Esto significa tomar la iniciativa para conectar con los demás, ofrecer nuestra ayuda cuando vemos que alguien la necesita y hacer un esfuerzo consciente por mantener y fortalecer nuestras conexiones.

Mostrar gratitud y aprecio

Mostrar gratitud y aprecio es una forma poderosa de fortalecer nuestras relaciones y de ser inolvidable. Agradecer a las personas por su presencia y sus acciones, y expresar nuestro aprecio de manera sincera, puede crear una conexión emocional profunda que deja una impresión duradera.

Actuar con integridad y autenticidad

La integridad y la autenticidad son fundamentales para ser inolvidable. Actuar de acuerdo con nuestros valores y ser sinceros en nuestras interacciones crea confianza y respeto, que son esenciales para cualquier relación significativa.

En un mundo dominado por las redes sociales y la búsqueda de influencia digital, es importante recordar que ser inolvidable para una persona no tiene nada que ver con el número de seguidores o los «me gusta» que obtenemos. Los actos de bondad, la empatía genuina y las conexiones auténticas son lo que realmente dejan una huella duradera en los corazones de las personas.

Ser inolvidable implica estar presente, escuchar, apoyar y actuar con autenticidad. En lugar de buscar la validación en el mundo virtual, deberíamos centrarnos en las conexiones reales y significativas que podemos crear en nuestras vidas diarias. Al hacerlo, no solo seremos inolvidables para los demás, sino que también encontraremos un mayor sentido de propósito y satisfacción en nuestras propias vidas.

Es momento de reevaluar nuestras prioridades y de enfocarnos en lo que realmente importa.

La próxima vez que te sientas tentado a medir tu valor por tus seguidores en redes sociales, recuerda que ser inolvidable no se trata de la cantidad de personas que te conocen, sino de la calidad de las conexiones que creas y del impacto positivo que tienes en la vida de los demás.

Y sí en vez de sentarnos a la mesa para quejarnos, ¿Lo hiciéramos para crear?

Durante una semana me he fijado en mi familia y cuando he salido a tomar algo en lo que hacía la gente. ¿Qué ocurría cuando se sentaban con otras personas a tomar algo? ¿Hablaban de sus quejas, lamentos y lloros? o ¿Hablaban de crear soluciones a lo que les estaba ocurriendo?

Resultado: La gran mayoría de las personas se sienta para quejarse y no para crear.

¿Y así vamos a avanzar?

Vivimos en una época donde la queja parece ser una moneda corriente. Nos quejamos del tiempo, del tráfico, del trabajo, de las relaciones, del sistema, de la política, y la lista continúa. Las redes sociales se han convertido en plataformas para la expresión de nuestras quejas, donde cada publicación se convierte en un eco de descontento. Pero, ¿y si en lugar de eso, nos detuviéramos un momento y canalizáramos esa energía hacia la creación?

¿Qué pasaría si en vez de sentarnos a quejarnos nos sentásemos a crear?

Antes de sumergirnos en la creatividad como alternativa a la queja, es crucial comprender por qué nos quejamos tanto. La queja es, en muchos sentidos, una expresión de insatisfacción. Surge de la frustración, el miedo, la impotencia o la falta de control sobre una situación. Cuando nos quejamos, buscamos desahogarnos, sentirnos escuchados, sacar de dentro de nosotros eso que nos «come», buscar simpatía o incluso justificar nuestra inacción para ver si hay alguien que nos ayuda a salir del «pozo». Sin embargo, la queja rara vez resuelve los problemas subyacentes. (Por mucho que te quejes del Gobierno de turno, ya sabes que no harán lo que tú esperas) Más bien, tiende a perpetuar un ciclo de negatividad y victimización. Y lo único que ganas es que la gente se vaya de tu lado porqué siempre estás quejándote.

La promesa de la creatividad

La creatividad, por otro lado, ofrece una vía alternativa. Es un acto de empoderamiento, de tomar las riendas de nuestra propia narrativa sin esperar a que venga una subvención para que nos salve de la situación o venga una persona y nos tire para sacarnos del pozo. La solución siempre comienza por uno mismo. La creatividad nos invita a mirar más allá de las limitaciones percibidas y a encontrar soluciones diferentes hasta la fecha. En lugar de centrarnos en lo que está mal, nos enfocamos en lo que podría ser. Y ahí nos damos cuenta que siempre hay un hueco por dónde podemos «meternos» y crear la solución que queremos. Nos da la libertad de experimentar, de caernos y volvernos a levantar mucho más fuertes y de aprender durante el camino. En esencia, la creatividad nos conecta con nuestra capacidad innata para transformar el mundo que nos rodea.

Sí, no me mires así, TÚ TAMBIÉN ERES CREATIVO.

¿Y por dónde empezamos?

Adoptar una mentalidad creativa implica un cambio de perspectiva. Significa dejar de ver los problemas como obstáculos insuperables y comenzar a verlos como oportunidades de crecimiento. Dejar de quejarnos y empezar a responsabilizarnos de nuestra vida. No esperar la solución sino crear tu la solución. En lugar de preguntarnos «¿por qué esto me está pasando a mí?», podríamos preguntarnos «¿cómo puedo utilizar esto como un punto de partida para algo nuevo?».

La creatividad es la clave.

Sé que soy un pesado o un obsesionado pero cada día estoy más convencido que la creatividad es una de las claves para salir de esta ola de mediocridad en la que vivimos. Cuando nos sentamos a crear, nos convertimos en agentes de cambio en nuestras propias vidas y no en meros borregos esperando que sea otro quien domine nuestra vida. En lugar de esperar pasivamente a que las cosas mejoren, a meterte debajo de la cama esperando que no te haya visto la crisis, tomamos medidas concretas para hacer que eso suceda. Ya sea escribiendo, pintando, bailando, programando o cocinando, cada acto creativo es una afirmación de nuestra capacidad para dar forma a nuestro entorno.

La creatividad produce bienestar.

Numerosos estudios han demostrado los beneficios para la salud mental y emocional de la expresión creativa. La creatividad nos permite procesar nuestras emociones, encontrar sentido en nuestras experiencias y fortalecer nuestra resiliencia ante la adversidad. Además, nos brinda una sensación de logro y satisfacción que aumenta nuestra autoestima y nuestra sensación de bienestar general.

Desafiando el status quo a través de la creatividad

La historia está llena de ejemplos de cómo la creatividad ha desafiado y transformado lo establecido. Desde movimientos artísticos que han sacudido las normas establecidas hasta innovaciones tecnológicas, pasando por nuestra vida en algunos momentos, que han revolucionado la forma en que vivimos, la creatividad tiene el poder de cambiar el mundo. Al abrirnos a nuevas ideas y perspectivas, podemos inspirar el cambio tanto a nivel personal como a nivel societal.

La creatividad no tiene por qué ser reservada para artistas o genios. Te lo vuelvo a repetir y como así expresaba en «Creatividad. Contra el caos y la incertidumbre«, TODOS SOMOS CREATIVOS. Me importa seas barrendero, trabajes en la noche o sea un CEO de la leche, todos somos creativos. Todos tenemos la capacidad de ser creativos en nuestra vida diaria. Puede ser tan simple como probar una nueva receta, reorganizar una habitación o encontrar una solución ingeniosa a un problema cotidiano. Al integrar la creatividad en nuestras rutinas, cultivamos una mentalidad de curiosidad y exploración que enriquece cada aspecto de nuestras vidas. Además que nos volveremos unos inconformistas que siempre querrá un poco más. ¿Qué hay de malo tener una ambición sana por querer siempre mejor?

Señores, sentémonos a crear y basta ya de quejarnos.

La elección entre quejarnos y crear reside en cada uno de nosotros. Si te va bien la vida quejándote ya que eres tertuliano de política en un programa de televisión, perfecto, sigue así . Podemos seguir siendo prisioneros de nuestras circunstancias, o podemos convertirnos en arquitectos de nuestro propio destino. La creatividad nos ofrece una vía de escape, una forma de trascender las limitaciones autoimpuestas y descubrir nuestro potencial ilimitado.

Entonces, la próxima vez que nos encontremos tentados a quejarnos, tal vez sea el momento de preguntarnos: ¿Qué pasaría si en vez de sentarnos a quejarnos nos sentásemos a crear?

A medida que exploramos nuevas formas de expresión y descubrimos nuestras pasiones, abrimos la puerta a un mundo de posibilidades infinitas, dejando a un lado las quejas de la mediocridad. Así que adelante, atrévete a soñar, a experimentar, a crear. El mundo está esperando tu próxima obra maestra. ¡PORQUÉ ESTÁ MUY CANSADO DE OÍRTE SIEMPRE QUEJARTE Y QUE NO HAGAS NADA AL RESPECTO!.

¿Te imaginas cómo sería un país que no se quejase tanto y crease soluciones? ¿Te imaginas una comida o cena con amigos, con tu familia en el que no se oyera una queja y solo ideas para crear y avanzar?

¡Sería LA LECHE!.

Porqué yo cada día estoy cansado de oír a todo el mundo quejarse y no hacer nada.

Queremos excelencia a precio de mediocridad.

En un mundo que reverbera con los ecos del talento, la creatividad y la excelencia, nos encontramos atrapados en un paradójico dilema: clamamos por la excelencia, pero esperamos pagar por ella como si fuera mediocridad.

Pero no solamente en el mundo empresarial, en el mundo personal también ocurre igual. Queremos excelencia en nuestras relaciones. Queremos que sean de verdad, autenticas, que haya transparencia, que recibamos sin parar, que nos sintamos queridos, que nos sorprendan…¿Pero qué damos nosotros a cambio? Poco o nada.

Exigimos mucho pero damos poco.

Esta contradicción flagrante socava los fundamentos mismos de la creatividad, el talento y el progreso como sociedad y la apuesta por el ser humano. En lugar de valorar verdaderamente el esfuerzo y la habilidad y/o habilidades que todos tenemos , tendemos a infravalorarlos en los demás pero siempre ponerlas en primer lugar, las nuestras , lo que conduce a una cultura de frustración (¿Cuántas veces nos preguntamos ¿por qué nadie quiere pagar lo que valgo? o Si soy una buena persona, ¿Qué hago mal en mis relaciones? ) y desencanto entre aquellos que se esfuerzan por destacar en un mar de conformidad y orillas de mediocridad, que es en la actualidad este lugar llamado mundo.

La narrativa que inunda redes sociales y librerías nos insta constantemente a aspirar a la grandeza, a perseguir nuestros sueños, a ser más felices que el vecino y a alcanzar nuevas alturas. Nos bombardean con mensajes sobre la importancia de la creatividad, la verdad y el talento. Sin embargo, cuando se trata de recompensar verdaderamente estos atributos, nos quedamos cortos, más bien escasos. tanto económica como emocionalmente. Queremos productos y servicios de calidad excepcional, personas transparentes que no nos hagan daño y que nos cuiden como creemos que nos merecemos, pero estamos poco dispuestos a pagar el precio justo por ellos. Este fenómeno se manifiesta en todos los ámbitos de la sociedad, desde el mundo empresarial hasta el arte, la educación y en nuestras relaciones diarias.

En el ámbito empresarial, por ejemplo, las empresas exigen constantemente a sus empleados que superen expectativas, que piensen fuera de la caja (¡Dentro de la caja también está la solución!) y que impulsen el desarrollo de la empresa. Sin embargo, a menudo estas mismas empresas restringen los presupuestos destinados a la formación y el desarrollo, recortan los incentivos y beneficios, y mantienen salarios bajos que no reflejan el verdadero valor del trabajo de sus empleados. Esta desconexión entre las expectativas y las recompensas llevan a una sensación de desilusión y desmotivación entre los trabajadores más talentosos. Algo que no se salva con una conferencia motivacional o con un viernes de pizzas, te lo aseguro.

En el mundo del arte y la cultura, vemos un fenómeno similar. Se espera que los artistas y creadores produzcan obras innovadoras y emocionantes, que desafíen las convenciones y provoquen reflexión que para eso han estudiado. Sin embargo, el mercado a menudo subvalora su trabajo, exigiendo que trabajen de forma gratuita en nombre de la «exposición» o hacer unas «prácticas» en el restaurante que a día de hoy está de moda y estará muy bien que lo pongas en tu CV, sin retribución alguna. Esta falta de reconocimiento económico puede hacer que muchos talentos prometedores abandonen sus aspiraciones artísticas en favor de carreras más convencionales y estables.

La educación es otro campo donde esta dicotomía entre la excelencia y la mediocridad es evidente. Se nos dice que la educación es la clave para el futuro, que debemos invertir en el desarrollo de mentes brillantes y talentosas. Sin embargo, los sistemas educativos ¿de verdad quiere un gobierno tener a gente creativa, empoderada y talentosa en su sociedad? Porqué ya tengo años y no hay cambios, siempre el mismo patrón y la misma filosofía de educación, repetir como cacatúas pensando que así nos irá bien en el mercado laboral y solo lo que produce es repetir más y más mediocridad . Esto no solo afecta la calidad de la educación que reciben los estudiantes, sino que también desanima a muchos educadores comprometidos y talentosos que ven cómo su trabajo no es adecuadamente valorado ni recompensado.

Entonces, ¿Cómo hemos llegado a este punto? ¿Por qué clamamos por la excelencia pero nos resistimos a pagar por ella? Una explicación posible radica en nuestra mentalidad de consumo instantáneo y nuestra aversión al riesgo. En una sociedad obsesionada con la gratificación instantánea, tendemos a buscar soluciones rápidas y económicas, incluso si eso significa comprometer la calidad. Además, el miedo al fracaso y la incertidumbre nos lleva a buscar lo familiar y lo seguro, en lugar de arriesgarnos en la búsqueda de la verdadera excelencia.

Otra explicación podría ser el papel del poder y la desigualdad en la sociedad. Aquellos en posiciones de poder a menudo tienen interés en mantener el status quo, beneficiándose de un sistema que subvalora el trabajo y el talento de otros. Por mucho que digamos de agilidad, flexibilidad y todo lo que tú quieras, cuando estamos en el poder, solo queremos seguridad y que nadie nos quite lo alcanzado. Esta dinámica de poder puede perpetuar un ciclo de explotación y manipulación, donde los menos privilegiados son obligados a aceptar condiciones injustas en aras de la supervivencia económica.

Independientemente de las razones detrás de este fenómeno, es evidente que debemos abordar esta contradicción fundamental si queremos construir una sociedad verdaderamente justa y próspera, si es verdad en lo que repetimos sin parar por megáfonos y medios de comunicación. Esto implica un cambio de mentalidad tanto a nivel individual como colectivo. Necesitamos reconocer y valorar el trabajo y el talento de manera justa y equitativa. Esto significa pagar salarios dignos, ofrecer oportunidades de desarrollo y crecimiento, y crear un entorno que fomente la creatividad y la innovación.

También necesitamos cuestionar y desafiar las estructuras de poder y desigualdad que perpetúan esta cultura de subvaloración y explotación. Porqué en tu tarjeta de presentación ponga que tengas un titulo impresionante y en inglés, significa que ¿sabes más que yo? ¿Qué puedes dictaminar mi futuro por qué tienes miedo a que te robe tu puesto de trabajo? o ¿A que no te gustaría que te lo hicieran a ti? y entonces ¿Por qué lo haces tú?

Reconocer y valorar la excelencia a su justo precio emocional y económico no solo beneficia a aquellos que la poseen, sino que enriquece a toda la sociedad. Cuando invertimos en el talento y la creatividad de los demás , estamos invirtiendo en nuestro propio futuro colectivo. Solo entonces podremos liberar todo el potencial humano y alcanzar nuevas alturas de logro y desarrollo personal .

Es hora de dejar de querer excelencia a precio de mediocridad y empezar a pagar el precio justo por el talento, el esfuerzo y la humanidad que tanto valoramos.

¿Damos valor al esfuerzo? ¡NO!.

Tras ver la conversación en MovistarPlus entre Iilia Topuria y Juan Carlos Unzué, me reafirmo en una idea : No damos valor al esfuerzo.

Esta dolorosa afirmación atraviesa las capas de nuestra cultura contemporánea, dejando al descubierto un paisaje desolador donde la mediocridad se alza como un estandarte y el conformismo es la norma. En este extenso análisis, exploraremos las raíces y ramificaciones de esta preocupante tendencia, examinando cómo ha moldeado la sociedad que habitamos y planteando preguntas incisivas sobre el futuro que queremos construir.

El esfuerzo, ese motor impulsor de logros y superación personal, parece haber perdido su brillo en el tapiz de la vida moderna. En un mundo saturado de comodidades instantáneas y gratificación instantánea, el valor del trabajo arduo y la dedicación se ha desvanecido en la penumbra de la indiferencia. Nos encontramos atrapados en una espiral descendente donde la búsqueda del mínimo esfuerzo se ha convertido en un objetivo en sí mismo, y donde la idea de sacrificio y persistencia se percibe como un anacronismo de tiempos pasados.

Este desprecio por el esfuerzo se manifiesta en múltiples aspectos de nuestra vida cotidiana.

En el ámbito laboral, por ejemplo, vemos cómo la cultura del «hacer lo mínimo necesario» se ha arraigado en muchas empresas y organizaciones. O el querer ser «funcionario» perdiéndonos todo ese talento que tendría la persona por mostrarnos. Mínimo esfuerzo, mayor seguridad, todo en paz. Los empleados son alentados a cumplir con sus tareas de manera eficiente, pero rara vez se les recompensa por ir más allá de lo exigido. Pero eso, luego quieren creatividad… La idea de dedicar tiempo y energía adicionales para mejorar y sobresalir se ve eclipsada por la búsqueda de la comodidad y la seguridad.

En el ámbito educativo, esta falta de valoración por el esfuerzo se refleja en la prevalencia de la mentalidad del «mínimo esfuerzo». Los estudiantes buscan atajos y trucos para aprobar sus exámenes sin dedicar el tiempo y la atención necesarios para comprender realmente el material. La idea de estudiar arduamente y perseverar a través de los desafíos se ha vuelto cada vez más extraña, ya que muchos prefieren buscar resultados rápidos y superficiales en lugar de comprometerse con un aprendizaje profundo y significativo.

En el ámbito social, este menosprecio por el esfuerzo se manifiesta en la glorificación de la instantaneidad y la fama fugaz. Y si tenemos que comprar seguidores para aparentar algo que no somos, ALLÁ QUE VAMOS. Las redes sociales y los medios de comunicación nos bombardean constantemente con imágenes de éxito instantáneo y riqueza fácil, alimentando la ilusión de que el camino hacia el éxito está pavimentado con atajos y trucos. Se promueve la idea de que se puede alcanzar la grandeza sin esfuerzo, sin sacrificio y sin dedicación, lo que lleva a una generación de jóvenes desorientados y desilusionados que buscan gratificación sin trabajo duro.

Pero, ¿Cuáles son las consecuencias de esta falta de valoración por el esfuerzo en nuestra sociedad?

La respuesta es clara y contundente: una cultura de mediocridad y estancamiento. Cuando no valoramos el esfuerzo, dejamos de buscar la excelencia y nos conformamos con la mediocridad. Nos conformamos con lo fácil, lo cómodo y lo predecible, en lugar de aspirar a lo difícil, lo desafiante y lo transformador. Como resultado, nos estancamos en nuestras vidas personales y profesionales, renunciando a nuestro potencial más elevado en favor de la complacencia y la conformidad.

Pero la pregunta más importante que debemos plantearnos es:

¿Cómo podemos revertir esta tendencia y restaurar el valor del esfuerzo en nuestra sociedad?

La respuesta no es simple ni fácil, pero es fundamental si queremos construir un futuro mejor para nosotros y las generaciones venideras:

Primero, debemos reconocer y aceptar que el éxito verdadero requiere esfuerzo, dedicación y sacrificio. Debemos dejar de buscar atajos y soluciones rápidas, y comprometernos a trabajar arduamente y perseverar a través de los desafíos.

En segundo lugar, debemos cambiar nuestras actitudes y comportamientos hacia el trabajo y la educación. Debemos fomentar una cultura de esfuerzo y resiliencia, donde se celebre el trabajo arduo y se reconozcan los logros obtenidos a través del sacrificio y la dedicación. Esto implica reevaluar nuestros sistemas educativos y laborales para garantizar que recompensen verdaderamente el esfuerzo y la excelencia, en lugar de perpetuar la cultura del mínimo esfuerzo.

Debemos ser modelos a seguir para las generaciones futuras, demostrando con nuestras acciones que el éxito verdadero se obtiene a través del trabajo duro y la perseverancia. Debemos inspirar a otros a alcanzar sus metas y perseguir sus sueños, demostrando que el esfuerzo y la dedicación son las piedras angulares del éxito duradero Y NO LA COMPRA DE SEGUIDORES PARA QUE TE INVITEN A EVENTOS.

En definitiva , la falta de valoración por el esfuerzo es un problema que afecta a todos los aspectos de nuestra sociedad.

Si queremos construir un futuro mejor, debemos reconocer la importancia del esfuerzo y comprometernos a valorarlo y fomentarlo en todos los aspectos de nuestras vidas. Solo entonces podremos liberar todo nuestro potencial y alcanzar nuevas alturas de logro y realización.

¿No queremos una sociedad innovadora y creativa? entonces ¿Por qué no valoramos el esfuerzo?

¡Volvamos a la era de la exploración y lo desconocido!.

La historia de la humanidad está marcada por la búsqueda constante de conocimiento y la exploración de lo desconocido.

Desde los primeros homínidos que se aventuraron fuera de África hasta los viajes espaciales que llevan al hombre a la luna y más allá, la curiosidad humana y el deseo de explorar han sido motores fundamentales del progreso. Sin embargo, en la era moderna, parece que nos hemos vuelto más complacientes, más enfocados en lo conocido y en lo seguro. ¿Y así vamos a crear algo? ¿Y así vamos a innovar? Si solo queremos lo conocido, ¿Cómo vamos a avanzar?.

Sin Exploración, nunca habrá innovación.

La exploración ha sido un aspecto fundamental en el desarrollo humano a lo largo de la historia. Desde las primeras expediciones marítimas que abrieron nuevas rutas comerciales hasta los descubrimientos científicos que han revolucionado nuestra comprensión del mundo, la exploración ha sido la fuerza impulsora detrás del avance de la humanidad. Al explorar lo desconocido, hemos ampliado nuestros horizontes, hemos desafiado nuestras creencias y hemos descubierto nuevas posibilidades.

La exploración no se limita simplemente a lo geográfico o lo físico. También abarca la exploración intelectual y emocional. Al cuestionar nuestras suposiciones que han estado toda la vida con nosotros , al desafiar nuestras creencias arraigadas y al abrir nuestras mentes a nuevas ideas y perspectivas, nos embarcamos en un viaje de autoexploración que puede ser igualmente transformador.

¡SEAMOS MÁS CURIOSOS!.

La curiosidad es el motor que impulsa la exploración.

Es esa chispa que nos impulsa a hacer preguntas, a buscar respuestas y a desafiar lo establecido. La curiosidad nos lleva a explorar lo desconocido, a descubrir nuevos territorios y a ampliar nuestros horizontes. Sin ella, nos arriesgamos a estancarnos en la complacencia y en la mediocridad.

La curiosidad también es esencial para el aprendizaje y el crecimiento personal. Cuando mantenemos una mente abierta y una actitud de curiosidad, estamos constantemente en busca de nuevos conocimientos y experiencias. Esto nos permite expandir nuestros horizontes, desarrollar nuevas habilidades y alcanzar nuestro máximo potencial.

¿Pero qué pasa cuando somos mayores?

Recuperar el espíritu de exploración y la curiosidad por lo desconocido puede tener una serie de beneficios tanto a nivel individual como societal.

En primer lugar, fomenta la innovación y el progreso. Al desafiar lo establecido y explorar nuevas ideas y enfoques, podemos encontrar soluciones creativas a los desafíos que enfrentamos como sociedad. Desde avances científicos hasta innovaciones tecnológicas, la exploración y la curiosidad son motores fundamentales del progreso humano.

Además, la exploración y la curiosidad nos ayudan a desarrollar una comprensión más profunda y completa del mundo que nos rodea. Al estar abiertos a nuevas ideas y perspectivas, podemos enriquecer nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos. Esto nos permite ser más tolerantes, compasivos y empáticos hacia los demás, lo que a su vez fortalece nuestras relaciones interpersonales y nuestra comunidad en general.

¿Y por dónde empezamos?

Para fomentar la exploración y la curiosidad en la sociedad, es importante cultivar un entorno que valore y recompense la búsqueda del conocimiento y la aventura. Esto puede incluir políticas educativas que fomenten la creatividad y el pensamiento crítico, así como programas de divulgación que promuevan la exploración y la experimentación en todas las áreas de la vida.

Además, es crucial fomentar una mentalidad de crecimiento en la que se valore el aprendizaje continuo y se vea el fracaso como una oportunidad para aprender y crecer. Al celebrar el proceso de aprendizaje y el descubrimiento, podemos fomentar una cultura de exploración y curiosidad que inspire a las generaciones futuras a alcanzar nuevas alturas.

En definitiva…

La exploración y la curiosidad son fundamentales para el progreso humano y el desarrollo personal.

Al desafiar lo establecido y aventurarse en lo desconocido, podemos expandir nuestros horizontes, descubrir nuevas posibilidades y alcanzar nuestro máximo potencial. Es crucial que el ser humano recupere su espíritu de exploración y su curiosidad por lo desconocido, ya que esto no solo beneficiará a la sociedad en su conjunto, sino que también enriquecerá nuestras vidas de manera significativa.

Así que, ¡salgamos y exploremos el mundo que nos rodea con ojos curiosos y mentes abiertas!

El «diferente» no está condenado a la soledad.

Nadie quiere sentirse solo. Y por ese miedo que tenemos al frio de la soledad, preferimos ser otra persona que ser nosotros mismos.

Y es algo que me ocurrió y que tenía ganar de escribir.

Me enseñaron que no ser como los demás me excluiría del rebaño. Y por eso oculté quién era, lo que me gustaba, lo que leía, hacía lo que hacían los demás, por miedo a quedarme solo.

Cuando di el paso a mostrarme quién era, lo que quería me he dado cuenta, que no estoy solo por salirme del rebaño sino que uno encuentra mucho más amor, amor de verdad y gente sin mascaras.

¡QUÉ PAZ, CUÁNTA FELICIDAD!.

Vivimos en un mundo que favorece y promulga la uniformidad y la conformidad así que es común que las personas que se consideran diferentes se sientan marginadas o aisladas. Y con el paso del tiempo, me he dado cuenta que esa singularidad es una palanca para generar relaciones de verdad. Esas que tanto buscamos y exigimos a los demás, pero nosotros a los demás, NUNCA DAMOS.

En el tejido de nuestra sociedad, la norma ha sido siempre una pauta a la que nos han enseñado a aspirar. Desde una edad temprana, nos inculcan la importancia de encajar, de ser como los demás para ser queridos y aceptados. Nos enseñan que la desviación de la norma es algo a temer, algo que puede llevar a la soledad y al rechazo. Pero, ¿Qué pasaría si cambiamos esa narrativa? ¿Y si en lugar de temer al «diferente», lo abrazamos y celebramos por lo que realmente es: una fuente de diversidad, creatividad y potencial?

En un mundo que valora la conformidad, el «diferente» a menudo se siente marginado. El empollón, el gafotas, el gordito… Desde pequeños, ya estamos etiquetando y menospreciando al «raro». Pero además se nos enseña a seguir las reglas, a no destacar demasiado, a no ser demasiado diferentes. Pero, ¿Qué pasa con aquellos que simplemente no encajan en el molde predefinido? ¿Qué pasa con aquellos cuya singularidad brilla demasiado para ser contenida por las normas establecidas?

La realidad es que el «diferente» no está destinado a la soledad y así lo digo a pulmón: EL DIFERENTE NO ESTÁ DESTINADO A LA SOLEDAD. De hecho, es en la singularidad donde encontramos la verdadera riqueza de la experiencia humana. Cada persona única aporta una perspectiva única al mundo, una forma única de ver y experimentar la vida. Y no olvides que aporta su creatividad, eso de lo que tanto hablamos, tanto decimos necesitar pero no hacemos nada para destacarla. Al abrazar y celebrar esta diversidad, no solo enriquecemos nuestras propias vidas, sino que también creamos comunidades más vibrantes y resilientes.

¡Si me dices que ver a la misma de gente te produce nuevas experiencias, NO ME LO CREO. Solo te produce ABURRIMIENTO DEL BUENO.

Sin embargo, a pesar de los avances en la conciencia y la aceptación, sigue existiendo un temor arraigado hacia lo que es diferente. La sociedad tiende a etiquetar y estigmatizar lo que no comprende, lo que no se ajusta a sus normas preestablecidas. Y más en estos momentos con una sociedad tan polarizada. Esta falta de comprensión y empatía hacia el «diferente» solo perpetúa la división y la alienación en nuestra sociedad. Y así poco avance vamos a desarrollar.

Es hora de cambiar esta mentalidad. Es hora de reconocer y valorar la singularidad de cada individuo, de abrirnos a nuevas formas de pensar y de ser. La creatividad, la innovación y el progreso surgen cuando nos atrevemos a desafiar las normas y a abrazar lo que nos hace únicos. Y por ahora, sigo viendo poca creatividad.

En una era donde la soledad es una epidemia silenciosa, es más importante que nunca tender puentes entre nosotros. La soledad no se combate con más conexiones superficiales ni agregando a gente sin parar en Linkedin, sino con una comprensión más profunda y significativa del otro. Esto significa escuchar activamente -RECUERDA QUE OÍR Y ESCUCHAR NO ES LO MISMO -, mostrar empatía y aceptar a aquellos cuyas experiencias y perspectivas difieren de las nuestras, algo que no hacemos actualmente.

El «diferente» no es un paria destinado a la soledad, sino un faro de luz en un mar de uniformidad. Es aquel cuya voz merece ser escuchada, cuyas ideas merecen ser consideradas y cuyo valor no puede ser subestimado. Al abrir nuestros corazones y mentes al «diferente», no solo enriquecemos nuestras propias vidas, sino que también creamos un mundo más inclusivo y compasivo para todos.

Es hora de dejar de temer lo que no entendemos y empezar a celebrar lo que nos hace únicos. Es hora de reconocer que la verdadera belleza de la humanidad radica en su diversidad, en la multiplicidad de formas en que podemos ser y existir en el mundo.

El «diferente» nunca está destinado a la soledad, sino a la celebración y la conexión auténtica con los demás. Te lo aseguro.

Las Mentiras que nos Unen.

En la compleja tela de araña que constituye la sociedad humana, las relaciones personales son los hilos que tejen conexiones significativas entre individuos.

Sin embargo, en ocasiones, estos lazos están tejidos con un hilo invisible pero poderoso: las mentiras.

¿Quién no ha tenido una decepción con alguna persona gracias a las mentiras? ¿Quién no ha estado conviviendo con mentiras durante muchos años de su vida? ¿Somos de verdad ante los demás? Pero eso si, nosotros exigimos verdad a los otros..

La paradoja de la falsedad en las relaciones humanas

Las relaciones humanas están destinadas a ser el crisol donde se forja la sinceridad y eso que tanto se anhela, que llamamos autenticidad . Sin embargo, en la práctica, a menudo son moldeadas por la falsedad y la apariencia. Y ya con el mundo de las redes sociales, ni te cuento. En lugar de conectarnos a través de nuestras verdades y vulnerabilidades, nos encontramos tejiendo redes de engaños y falsas representaciones. Y luego pasa lo que pasa.

La pregunta que surge es: ¿Por qué tendemos a recurrir a la mentira en nuestras interacciones sociales? Una explicación radica en nuestra naturaleza social y la necesidad percibida de encajar y ser aceptados por los demás. Los diferentes son «expulsados» del rebaño y pensamos que dentro de él, estaremos más seguros. Así que nuestras «rarezas» las ocultamos para ser aceptados por los demás. Desde una edad temprana, aprendemos que ciertas conductas y características son más valoradas socialmente que otras, – el beber, el fumar, el salir por la noche….- lo que nos lleva a disfrazar o exagerar aspectos de nosotros mismos para adaptarnos a estas expectativas.

Las máscaras que usamos: Falsedad en la era de las redes sociales.

En la era digital, el «autobombo» se ha convertido en una forma de arte, donde cada publicación, cada foto, cada estado de ánimo compartido se convierte en una representación cuidadosamente elaborada de nuestra vida. Un «autobombo» que nos muestre como personas ricas, con grandes amigos, llenos de éxito y en definitiva una vida que si da envidia a los demás, es el único propósito. Las redes sociales, en particular, actúan como un escaparate donde exhibimos nuestras vidas de una manera filtrada y pulida, distorsionando la línea entre la realidad y la mejor ciencia ficción de cualquier plataforma de streaming.

Bajo la presión de mantener una imagen idealizada llena de felicidad, éxito, invitado a grandes eventos y fotos con personas relevantes , nos encontramos cayendo en el abismo de la falsedad, ocultando nuestras luchas, sombras y fracasos detrás de una fachada de perfección. Fachada que si sabes hacer preguntas, en menos de dos preguntas, SE PUEDE DERRUMBAR MUY FÁCIL. Esta perpetuación de la falsedad que habita en las redes sociales no solo distorsiona nuestras percepciones de la realidad, sino que también alimenta un ciclo insidioso de comparación, frustración y competencia que socava la autoestima y la conexión genuina entre las personas.

La mentira no solo erosiona la confianza en nuestras relaciones, sino que también tiene un impacto perjudicial en nuestra salud mental y bienestar social. El acto de mantener y perpetuar mentiras genera un estrés significativo, ya sea por el miedo a ser descubierto o por el peso emocional de sostener una falsedad. No es lo mismo recordar las mentiras que has dicho, que cuando hablas desde la verdad, todo fluye sin problemas.

Además, la falta de verdad en nuestras interacciones puede llevar a una sensación de desconexión y soledad, como así me ha ocurrido en muchos momentos, ya que nos priva de la oportunidad de establecer vínculos significativos basados en la sinceridad y la vulnerabilidad. En lugar de nutrir relaciones auténticas que promuevan el crecimiento personal y la creatividad, nos encontramos atrapados en un ciclo de superficialidad y desconfianza.

¿Y así cómo vamos a avanzar? ¡QUÉ ILUSOS SOMOS!.

¿Y qué deberíamos hacer?

Para romper el ciclo de falsedad que nos une, es fundamental fomentar una cultura de la verdad y la autenticidad en nuestras relaciones personales y sociales. Esto implica cultivar la valentía de ser vulnerables y honestos con nosotros mismos y con los demás, incluso cuando eso signifique exponernos al riesgo de rechazo o crítica.

Te aseguro que dormirás mucho más tranquilo desde ese momento. Y quién te quiera, te querrá por quien eres, no por lo que quieres aparentar.

Al abrazar nuestra autenticidad y aceptar nuestras imperfecciones, nos abrirnos a la posibilidad de conexiones más profundas y significativas con los demás. Nos abrimos a relaciones de verdad y que duran más que aquellas que solo están para satisfacer meros intereses. La honestidad no solo fortalece la confianza en nuestras relaciones, sino que también crea un espacio para la creatividad y la innovación, ya que nos permite explorar nuevas ideas y perspectivas sin el temor al juicio o la censura.

En la era de «Las mentiras que nos unen» actúan como una barrera para el progreso social y el desarrollo personal. Solo hace falta encender Twitter y ver como se encuentra la sociedad. Y ya si quieres jugar con fuego, haz alguna cena con amigos y familia y seguro que «alguna» se monta por política En lugar de construir relaciones basadas en la sinceridad y la autenticidad, -¿No es lo que nos deberían inspirar los líderes de nuestro mundo? – nos encontramos atrapados en un laberinto de falsedad y engaño que socava nuestra conexión humana y nuestra capacidad para innovar y crecer como individuos y como sociedad.

Al desafiar la norma de la falsedad y abrazar la verdad como el fundamento de nuestras interacciones sociales, podemos abrirnos a un mundo de posibilidades donde la creatividad y la autenticidad florecen. Solo cuando nos atrevemos a ser verdaderamente nosotros mismos, podemos comenzar a construir relaciones genuinas y una sociedad más fuerte y creativa para las generaciones venideras.

¿Qué mentiras te unen a los demás? ¿Crees que no saben que estás mintiendo? ¿Cómo sería el mundo si nos uniera la verdad y no las mentiras?

¡Menos Borregos y Más Ovejas Negras!.

En un mundo donde el rebaño supera en número a las ovejas negras, surge la reflexión sobre el papel de la conformidad en nuestras vidas.

Desde las empresas que alaban ciegamente a sus jefes aunque lo único que produzcan sea mediocridad y miedo en su cultura empresarial, hasta los medios de comunicación que se alimentan de subvenciones, estamos inmersos en una sociedad donde la verdad y lo diferente parecen ser meras fachadas.

¿Qué sería de este mundo sin tantos borregos?

El aplauso al jefe: una danza de borregos

En muchas empresas, la cultura del aplauso al jefe se ha convertido en una práctica común desde hace muchos años. Los empleados aplauden y adulan a sus superiores, no por su talento o liderazgo genuino, sino por miedo a perder sus empleos. No les inspiran, no les enseñan a ser creativos, a descubrir sus talentos, solo les enseñan que si les hacen la pelota a sus responsables, no tendrán la carta de despido esperando al día siguiente. Eso no es liderazgo, eso es manipulación y miedo. En este juego de roles, la autenticidad y la honestidad quedan relegadas a un segundo plano, por seguridad hacemos lo que haga falta. Ya cuando nos vayamos el viernes criticaremos al jefe o en la cena de Navidad, pero mientras tanto la sumisión se convierte en la moneda de cambio para garantizar la estabilidad laboral.

Los que de pequeños hacían la «pelota» al profesora, de mayores son los que hacen la pelota al jefe.

Medios de comunicación: ¿información o subvención?

Los medios de comunicación, supuestos guardianes de la verdad y la objetividad, se ven influenciados en gran medida por las subvenciones y los intereses económicos. No soy ningún reaccionario cuando todos sabemos que los medios de comunicación no son de una persona sino de un grupo de inversión y que mucha de su financiación está basada en la publicidad gubernamental. En lugar de perseguir la verdad y brindar una cobertura imparcial, algunos medios priorizan los temas que generan más ingresos, los que son menos perjudiciales para sus intereses o aquellos que están alineados con los intereses de quienes los financian. En este escenario, la independencia periodística queda comprometida, – algo que vemos habitualmente en el que muchos periodistas están reclamando un periodismo de verdad y no basado en intereses económicos – y la información se convierte en un producto moldeado según las agendas ocultas.

La era de los borregos disfrazados de originales

En nuestra sociedad contemporánea, se exalta la originalidad y la autenticidad – el mejor piropo que te pueden lanzar en estos momentos es que te consideren diferente. Ahora todos se consideran originales y auténticos con golpes en el pecho – , pero ¿realmente valoramos a aquellos que se atreven a desviarse del camino trazado? NO y solamente lo haremos cuando hayan triunfado, ahí es cuando nos haremos la foto con ellos y diremos que creíamos en ellos desde un principio. Muchos de aquellos que proclaman ser originales están más preocupados por su imagen pública, que les llamen a podcast, les hagan entrevistas y su posición en la jerarquía social que por ser verdaderamente ellos mismos, con sus luces y también con sus SOMBRAS. Esta paradoja nos lleva a cuestionar si la originalidad es una cualidad genuina o simplemente un disfraz que oculta el deseo de pertenecer y ser aceptado.

Si queréis mi opinión la digo muy rápidamente: Quien te diga que es autentico y que puedes confiar en él porqué así lo es, SAL CORRIENDO LO MÁS RÁPIDO QUE PUEDAS.

Creatividad e innovación: el estigma de la locura

En un mundo que apuesta por la creatividad y la innovación, según lo que dicen los medios de comunicación y cientos de conferencias que llena Internet, paradójicamente, aquellos que se destacan en estos campos son a menudo estigmatizados como «locos» o «problemáticos». Y así lo vemos en la sección de «Mentes Creativas» cómo también expuse en el libro «Mentes Creativas. De lo ordinario a lo extraordinario«. La sociedad tiende a marginar a aquellos que piensan de manera diferente o que desafían el statu quo, relegándolos al ostracismo en lugar de celebrar su valentía y visión única. Pero luego cuando lo consiguen, bien que les aplauden y les felicitan. Pero mientras por el camino, pocos le han apoyado. Esta falta de aprecio por la diversidad de pensamiento limita nuestro potencial colectivo – algo que lo vemos día a día – y nos impide avanzar hacia un futuro más prometedor, preguntándonos cómo lo han conseguido otros países si nosotros seguíamos sus indicaciones.

El dilema de las ovejas negras en un mundo de borregos

En un mundo dominado por los borregos, las ovejas negras son una rareza cada vez más escasa. Estos individuos valientes y visionarios se atreven a desafiar las convenciones sociales y a seguir su propio camino, – eso es buscar ser feliz ya sin cursos ni libros de por medio – incluso cuando eso significa enfrentarse a la crítica y la incomodidad. Pero luego en silencio, muchas de las personas que los critican, soñarían hacer lo mismo que hacen ellos, tener la valentía de ser ellos mismos. Cada día que estudio más las mentes creativas a nivel nacional e internacional, apuesto por la presencia de este tipo de personas es crucial para el progreso y la evolución de la sociedad, ya que son ellos quienes desafían el status quo y nos inspiran a pensar de manera diferente.

¿Qué sería de este mundo sin tantos borregos?

Sería un lugar más vibrante, diverso, creativo, motivador e inclusivo, donde la originalidad y la creatividad se valoran más que la conformidad ciega. Sería un mundo donde las empresas fomentan la diversidad de pensamiento, aunque les duela a los del Consejo de Administración y la creatividad, los medios de comunicación priorizan la verdad y la imparcialidad, y las personas se atreven a ser ellas mismas sin temor al juicio o la alienación.

Sería un mundo donde las ovejas negras brillan con luz propia, iluminando el camino hacia un futuro más esperanzador y lleno de posibilidades.

¡SE UNA OVJEJA NEGRA Y NO UN BORREGO MÁS!.

La Sociedad del «Y Tú Más..»

En la era digital y la globalización, la interconexión nunca ha sido tan amplia y rápida como lo es hoy en día. Sin embargo, en lugar de utilizar esta conectividad para promover la comprensión mutua y la cooperación, hemos observado un fenómeno preocupante: la proliferación de lo que podríamos llamar la «Sociedad del ‘Y Tú Más…'».

Cuando yo pensé que habíamos dejado atrás la infancia, las pedorretas y las palabrotas para insultarnos los unos a los otros, es abrir las redes sociales, los Whatsapp o ver una conversación entre gente en el día a día, y solo tienes ganas de irte a dormir lo más rápido posible.

Somos niños con pelo en el pecho y las mechas hechas, que en vez de escuchar a los demás, compartir ideas sin parecer críos…a la primera oportunidad que tenemos utilizamos el «Y tú más.».

Esta expresión, derivada del común «y tú más» – de pequeños utilizábamos el famoso » y en tu culo explota» – utilizado en discusiones para desviar la atención hacia otro individuo o grupo ( para no aceptar nuestras responsabilidad, para reconocer que la otra persona tiene razón y que la hemos cagado como unos ceporros o que hemos mentido a la cara a nuestros electores) , refleja una dinámica social cada vez más prevalente en la que los conflictos se alimentan de la confrontación constante, la competencia exacerbada y la falta de empatía. Pero eso sí, que no falte los libros, los medios de comunicación y los gurús que estamos perdiendo los valores, que hay cada vez más violencia en la sociedad y cosas así. Pero luego por detrás si nos llevan la contraria «Y tú más».

En la sociedad del «Y Tú Más…», los diálogos se convierten en duelos de egos, donde las opiniones se defienden no por su validez intrínseca o su capacidad para fomentar un entendimiento compartido, sino por el deseo de demostrar superioridad sobre el otro. ya que sino nos quedamos sin la subvención del Gobierno de turno o nuestro teléfono dejará de sonar para siempre. Esta mentalidad de «ganar a toda costa» promueve la polarización y dificulta la resolución de problemas sociales o personales.

¿Qué ocurre a día de hoy? Si ves los programas de televisión, un lado están los azules y en el otro los rojos. ¿Qué ocurre en las comidas familiares? Te sientas con quien te llevas bien y si puede ser cuánto más lejos de quién no soportas, mejor. ¿Cuántas amistades se han perdido por no poder mantener una conversación normal sobre cualquier tema? Muchas.

A día de hoy, yo ya no creo que discutamos, simplemente dejamos de hablar con una persona porqué creemos que es mejor para nuestra salud dejar de hablar con ella que verla y siempre acabar hablando del mismo tema y enfrentándonos. Es decir, solo nos reunimos con la gente que piensa igual que nosotros. ¿Y los demás? ¡QUE LES VAYA BONITO!.

Pero eso si, mucha felicidad, compasión, empatía y creatividad… Pero al otro ni agua. ¿Así cómo vamos a negociar una guerra? O ganamos o ganamos, nada de negociación, nada de ceder.

¡ASÍ VA NUESTRO MUNDO!.

Un aspecto preocupante de esta dinámica es su permisividad en diversas esferas de la vida social. Desde la política (les pagamos para que nos ayuden en nuestro futuro, no que peleen por su futuro) hasta el entretenimiento ( ya no puedes hablar de diversos temas, no vayan a ofenderse algunas personas), pasando por las redes sociales y las conversaciones cotidianas, el «Y Tú Más…» se ha convertido en una estrategia común para ganar terreno en discusiones ( más bien imponerte, eso de una salida negociada, jamás. O ganamos o ganamos) y debates, incluso a costa de la verdad objetiva ( y luego cuando descubres la verdad, te dicen que es un bulo) y el respeto mutuo.

En el ámbito político, por ejemplo, los partidos a menudo recurren al «Y Tú Más…» para desacreditar a sus oponentes (hablo de cualquiera de los colores que te puedas imaginar) , desviando la atención de sus propias fallas y comprometiendo la posibilidad de un diálogo constructivo. Que se trata del bien común, del futuro de un país y no de su jubilación particular. Esta actitud no solo obstaculiza el progreso, más bien retrasa una posibilidad de avanzar, sino que también erosiona la confianza en las instituciones democráticas. Si antes había poca, creo que cada vez hay menos.

En las redes sociales, donde las interacciones son rápidas y fugaces, el «Y Tú Más…» se manifiesta en forma de ataques personales, memes sarcásticos y campañas de desprestigio. Cuando sale la noticia contra el partido/grupo musical o tendencia cultural que «odias» , lo celebras, pero cuando sale la noticia en contra, los partidarios de ese partido, se te vuelven diciéndote de todo. ¿A QUÉ ALTURA MORAL ESTAMOS LLEGANDO? Esta cultura del enfrentamiento online no solo contribuye a la polarización (solo sigo a los que piensan como yo. ¿Los demás? No creo que me enseñan nada, más bien mala leche) , sino que también puede tener consecuencias negativas para la salud mental y el bienestar emocional de los individuos involucrados.

¿Cómo podemos contrarrestar esta tendencia y cultivar una cultura del diálogo constructivo y la empatía mutua? Porqué a este paso, no entiendo como nosotros no estamos en una guerra.

En primer lugar, es fundamental reconocer que el «Y Tú Más…» es un síntoma de una sociedad profundamente dividida y alienada. ¿Quién lo ha provocado? No lo sé, pero en vez de estar unidos frente los problemas que nos enfrentamos, cada día estamos más todos » a nuestra puta bola». Y así lo único que provocamos es que cuando vengan problemas, «queramos saltar los primeros del barco». En lugar de perpetuar esta dinámica, debemos buscar puntos de encuentro y buscar soluciones que beneficien a todos los involucrados. Creo que los libros y cursos de negociación que tanto se ven en las redes sociales , me parece que no sirven para nada.

Además, es importante promover la educación en habilidades sociales y emocionales desde una edad temprana. Enseñar a los niños y jóvenes cómo comunicarse de manera efectiva ( y no a base de violencia como vemos últimamente) , resolver conflictos de manera pacífica y practicar la empatía puede sentar las bases para una sociedad más colaborativa y compasiva en el futuro.

Por último, pero no menos importante, cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en la promoción de una cultura del respeto y la comprensión mutua. Al resistir la tentación de participar en discusiones polarizadas y buscar activamente el entendimiento con aquellos que tienen opiniones diferentes, podemos contribuir a la construcción de un mundo más tolerante y solidario.

En conclusión, la sociedad del «Y Tú Más…» representa un desafío significativo para la cohesión social y el progreso humano. Sin embargo, al reconocer sus raíces y trabajar juntos para contrarrestarla, podemos allanar el camino hacia un futuro más justo, inclusivo y armonioso para todos.